viernes, 10 de abril de 2015

Vulnerables

A veces nuestro cuerpo nos da avisos. Es como si necesitara equilibrar físicamente los desequilibrios en los que incurrimos a otros niveles. Ya me pasó hace unos años con el milagroso proceso en mi ojo izquierdo que parecía decirme claramente: "niño: es hora de ver más allá de tus narices y de tu mundo". ¡Y vaya si lo he hecho! La biodescodificación habla mucho de esto: en qué medida nuestro cuerpo es el mejor consejero para que tomemos conciencia y/o equilibremos los posibles desequilibrios de nuestra vida. Con mi operación de oído de la semana pasada ha sucedido algo parecido: he tenido la sensación durante toda mi vida de escuchar y prestar demasiada atención a expectativas e informaciones que todos quizás escuchamos, pero a las que yo hacía demasiado caso. Me importaba mucho lo que se dijera de mí...
Buscaba el reconocimiento siendo un estudiante brillante, un trabajador modélico, una persona hiper-responsable...Pero a fin de cuentas, todos esos halagos que mis oídos buscaban, me hacían cada vez más esclavo de un rol que no me hacía para nada feliz. El cuerpo, tarde o temprano, manifiesta esos desequilibrios y ya es decisión nuestra hacerle o no caso, y decidir querer hacer milagros.
El confrontar las expectativas que sobre mí podrían tener quienes me rodean, sin duda, me dio libertad. Sin embargo, imagino que desconcertaría a quienes me conocían de mi etapa anterior. Hace un par de días, un precioso mensaje de mi amiga María, a quien por cierto no conozco en persona, pero a la que siento muy cercana, me ha ayudado a entender mi proceso. Decidí no tener vergüenza en mostrarme como soy, aunque se alejase del modelo que yo entendía que se esperaba de mí. Decidí tener el coraje de ser imperfecto, e incluso superar la vergüenza de contarlo abiertamente en este blog. Asumí que era momento de renunciar a quien pensaba que debía ser, y decidí ser lo que realmente era. En definitiva acepté por completo ser vulnerable, y para mi sorpresa, muchas personas empezaron a identificarse con mi vulnerabilidad. Y empezaron a conectar con mis lágrimas, con mis equivocaciones, con los momentos de tristeza o de enfermedad. ¡Menuda sorpresa! Yo lo hacía porque me hacía sentir bien escribirlo...Pero para otros, esa vulnerabilidad, esa ausencia de control y predicción, y ese saltar sin red, resultaba bonito, porque también lo sentían ellos.
¿Por qué aprendemos a ocultar nuestra vulnerabilidad, cuando probablemente no hay nada más humano que eso? ¡Qué pena que desde pequeños nos enseñen a insensibilizarla a base de consumo, de televisión, de pan y circo...! ¡Qué pena que ese proceso ahogue también lo más preciado y bueno que tenemos! ¡Qué pena que entremos en la esfera de las certezas, convirtiendo lo incierto en cierto, y nos adentremos en la culpa como forma de eliminar el dolor y la incomodidad! ¡Qué pena que en algún momento decidamos controlarlo todo, perfeccionarnos a nosotros mismos y sobre todo a nuestros hijos! ¡Con lo bueno que es asumir que nuestros hijos son imperfectos sabiendo que están hechos para afrontar lo que deba venir, plenamente merecedores de todo el amor del mundo! ¡Qué pena que nos traguemos eso de que lo pequeño que hacemos no tiene efecto en lo grande cuando somos realmente UNO!
Como dice el precioso vídeo que me envió mi amiga, dejemos que nos vean como somos, vulnerables o no. Nuestra vulnerabilidad es preciosa. Amemos con el corazón aunque no haya garantías. Practiquemos la gratitud y la dicha sabiendo que nuestra vulnerabilidad supone que estamos vivos. Valemos la pena. Y mucho.

1 comentario:

Mis chic@s y yo dijo...

Tienes toda la razón!!! aparentar ser lo que no somos y ocultar nuestra vulneabilidad no conduce a ninguna parte, quizá sí, a somatizar. Hemos de intentar ser a cada momento lo que somos y no lo que se espera de nosotros y eso todos. Feliz semana!!