domingo, 22 de febrero de 2015

Tréboles de 4 hojas

Dicen que es muy raro encontrar un trébol de cuatro hojas. Casi como una aguja en un pajar. Por eso suele ser símbolo de buena suerte. Nuestro jardín es un auténtico vergel de tréboles de cuatro hojas. Los amigos de nuestros hijos vienen expresamente a contemplar nuestras jardineras ante el "prodigio". Sin embargo, creo que no es cuestión del jardín o de la tierra que los alberga, sino más bien de los ojos que los contemplan. Estoy convencido de ello.
¿Existe la suerte? Puede existir el azar o la aleatoriedad en un porcentaje muy pequeñito. Pero el porcentaje mayor lo ponemos nosotros. Si mis hijos, cuando contemplan las plantas del jardín, están convencidos de que van a encontrar un trébol de cuatro hojas, si el azar hace que pueda haber uno, lo van a hallar sin duda. A mí me sucede lo mismo cuando voy a aparcar: esté lo concurrrido que esté, o sea lo céntrico que sea el lugar donde deba aparcar, siempre encuentro un aparcamiento maravilloso cerca de nuestro lugar de destino. Y nos pasa exactamente lo mismo con la actualidad: la gente nos pregunta cómo nos enteramos de noticias tan buenas y sorprendentes, cuando la actualidad es tan poco alagüeña.
Ni lo de  los tréboles ni lo de los aparcamientos ni lo de las noticias es cuestión de suerte. Al menos en su mayor parte. Es cuestión de actitud entrenada: me he acostumbrado a creer ciegamente en que voy a encontrar un aparcamiento. Lo visualizo y lo creo en mi mente, como si fuera real. Y ya sabemos que creer es crear. Estoy tan acostumbrado a ello, que ya no requiere ningún esfuerzo. Como cambiar de marchas o lavarte los dientes sin pensarlo. Y al resto de la familia le pasa igual en otras muchas cuestiones: están tan convencidos de que hay decenas de tréboles de cuatro hojas en nuestro jardín, que los visualizan en su mente y éstos acaban apareciendo.
Este entrenamiento de hábitos a veces genera alguna que otra carcajada en casa. Mis hijos están tan acostumbrados ya al lenguaje de "visualizar lo positivo" o de "creer es crear", que cuando perciben en alguna de mis expresiones el menor atisbo de pesimismo o negatividad, aunque sea sobre lo más anecdótico o superficial, me cae una "regañina de órdago". "¡Papá, no digas eso! ¡Que ya sabes que las palabras crean y el pensamiento también!"
Creo que con la suerte pasa un poco como con el amor. A veces nos pasamos toda la vida esperando "a ver si tenemos las suerte" de encontrar a nuestro príncipe o nuestra princesa azul, como si de algo mágico se tratara. Sin embargo, hay mucho más de voluntad y de actitud ante ello. Con demasiada frecuencia, vemos la realidad a través de la boca pequeña del embudo, y eso nos limita enormemente (el momento no es el adecuado, demasiado joven o demasiado mayor, gustos diferentes, incompatibilidad de horarios, lugares diferentes...). Además, esperamos que las posibles trabas o diferencias desaparezcan por arte de "birli-birloque". ¿Qué tal si aceptamos el momento o las dificultades y nos abrimos de "par en par" a lo que tenga que venir? ¿Qué tal si creamos una realidad creyendo en ella? Sólo hay que decir "quiero querer". A mí me fue "de lujo" con la que ohoy es mi esposa: tenía 16 años, estábamos a punto de irnos muy lejos cada uno, y yo no quería "ennoviarme" antes de acabar la Universidad. Pero miré la situación por primera vez en mi vida por la boca ancha del embudo y me lancé al vacío. Decidí querer. ¡Un tío tan "cuadriculado" como yo entonces! Fue mi primera novia. Es mi alma gemela desde entonces. Durante todos estos años ha habido dificultades de todo tipo. Pero seguimos "queriendo querer" con toda nuestra voluntad. Ponemos todos los "ojos" en ello. Y no paramos de ver tréboles de cuatro hojas, embudos boca-arriba, y aparcamientos "chollo". Y por lo que parece, nuestros hijos también.

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