lunes, 13 de noviembre de 2017

Para nota

Nunca hemos publicado un post sobre las notas de nuestros hijos. Ni siquiera cuando éstas han resultado magníficas. Son parte de su responsabilidad y del proceso de fraguarse un futuro. Lo de hoy será una excepción. Quizás no haya requerido tantos "codos" como otras veces. Pero sí muchas "agallas" para escuchar a la conciencia, y para soportar el posible "chaparrón" del respetable, bien por "bicho raro", bien por "tonto de solemnidad".

No hay silencio más atronador que el silencio de encontrarse a solas frente a tu conciencia. Tan estruendoso como el ruido del "qué dirán" o el de que te señalen por desviarte de la mayoría. Pero a veces sólo puedes escuchar a uno, y toca elegir a cuál.

Escribimos para no olvidar por dónde se va a ese mundo diferente para vivir. No hay mejor recordatorio que el exponerse y comprometerse abiertamente ante miles de personas. Pero también escribimos para ayudar a nuestros hijos a marcar el rumbo de sus vidas, en un mundo que casi siempre sopla en la dirección contraria. Reforzar sus avances a pesar de la adversidad resulta crucial. Y estos posts quizás sean un legado que ojalá guarden en sus mochilas vitales.

Pablo hace 10 años ante un grafiti callejero en Linares
Hoy nuestro hijo Pablo nos ha dado una alegría memorable. Otros días tenemos con él encarnecidas batallas dialécticas propias de la adolescencia, con fuego cruzado de artillería pesada sobre responsabilidades y egocentrismos. Pero lo de hoy nos ha reconciliado con el futuro, nos afianza en nuestra apuesta con los hijos, y nos anima a creer que ese mundo diferente puede existir. O al menos puede que se encarguen ellos de seguir construyéndolo cuando ya no estemos.
Hoy Pablo tenía revisión de su examen de lengua. Pensaba que lo había clavado. Pero unas cuantas preguntas se le torcieron y el resultado no había sido tan espectacular como él esperaba. Revisó las respuestas, hizo recuento de los fallos y aciertos, pero la cifra no cuadraba. Lo volvió a calcular y de nuevo el mismo resultado: la profesora le había puesto más nota de la merecida según los fallos. Rozaba el sobresaliente. Con esa nota podría sacar pecho de sus logros académicos y afianzar su estrategia de esfuerzos. Sólo tenía que quedarse en silencio. Así de sencillo. Nadie se daría cuenta si callaba. Nadie le reprocharía nada. Es más: todos le habríamos felicitado por su sobresaliente. Ni siquiera estábamos allí nosotros para guiarle sobre lo que sería o no correcto en una circunstancia así. Sin duda un padre o una madre al lado que te dice lo que debes o no debes hacer siempre ayuda. Pero "currártelo" tú sólo a solas con ese silencio no es "moco de pavo". La presión social por las buenas notas, y lo que habrían hecho quizás la mayoría de los compañeros de clase, soplaba en una dirección. Pero él decidió poner sus velas a soplar en la contraria. Cuando se lo dijo a su profe, nos habría encantado estado allí para ver su cara de perplejidad. ¿Un alumno que reconocía que su examen se merecía menos nota que la que le había puesto? ¿Un alumno que le avisaba de un error en su contra? No sé cuantos de sus compañeros pudieron presenciar la escena, y nunca sabré qué pasó por la cabeza de los que fueron testigos de la anécdota. Sólo sé que a nosotros nos ha llenado de orgullo su decisión. Que nos ha "dado el almuerzo", pero en positivo. Y que en estas pequeñas circunstancias cotidianas es cuando uno se da cuenta si esa pequeña voz que todos tenemos dentro, va creciendo sana, libre y vigorosa, o titubea ante el primer reto que se aproxime. Tentaciones habrá muchas. Atajos todavía más. Y a veces sólo contaremos con ese silencio atronador.

En un almuerzo dominical, no hace mucho, salió el tema de los Bárcenas, de los Rodrigo Rato, de las tarjetas black, y de los desmanes del momento. Críticas hasta la extenuación. Golpes de pecho y flagelaciones de todo pelaje. Se hizo una breve pausa, cambió de tercio la conversación, y surgió el tema de la Declaración de la Renta y cómo algunos de los comensales no declaraban sus ingresos por alquileres y nunca les habían pillado. Eran los mismos de los golpes de pecho. Sólo cambiaba que ahora el foco eran ellos. Y entonces todo era comprensible: todo el mundo lo hace... haríamos el tonto si no lo hacemos...nunca nos han pillado... Quizás la diferencia podrían ser los millones en la cuenta corriente. Pero la energía, la actitud, y la falta de conexión con ese silencio interior era exactamente la misma que habían criticado en otros cinco minutos antes.

Corren malos tiempos para ese silencio interior. Son tiempos de "escurrir el bulto", de escudarse en que "todos hacen lo mismo", y del "pelotazo fácil" en los negocios, en los partidos políticos, en las relaciones y hasta en las notas. Son tiempos en los que si los gobernantes o la prensa no distinguen lo justo de lo legal, ¡ponte a hablarles de la conciencia de los actos, y de la responsabilidad! Por eso el gesto de mi hijo hoy es para nota. Y ojalá se sume al de otros muchísimos chavales que seguro que también estarán oyendo ese silencio interior. Quizás entonces dejaremos de esperar que vengan "salvapatrias" a "resolvernos la papeleta", y nos pondremos manos a la obra para construir por nosotros mismos ese mundo diferente para vivir.


NOTA: Este post se publica, como todo lo que escribimos, de forma gratuita y en abierto tanto en nuestro Blog como en nuestro Patreon. Pero si te gusta lo que escribimos, te ayuda, te sientes en gratitud, y quieres también impulsar un mundo diferente para vivir con nosotros, puedes colaborar en nuestros proyectos solidarios colaborando con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Acabamos de iniciar una nueva etapa apoyando a los Ángeles Malagueños de la Noche, uno de los Comedores Sociales más importantes de España.

2 comentarios:

Miguel Ángel Romero dijo...

Olé por Pablo. Todo un ejemplo de honestidad y de responsabilidad (responder por lo que hacemos). Enhorabuena a los padres, porque está respuesta no es casual, sino causal con el ejemplo y la educación recibida. Gracias por vuestro post. Un gran abrazo.

Pako dijo...

Me he sentido muy identificado con este post. Hace ya algunos años me ocurrió algo similar, mi examen no era de nota y lo que descubrí era algo aún peor: era un examen suspenso... pero allí me encontré yo, con el corazón partido entre aprobar con nota sacando pecho de mis logros o decir la verdad sobre la realidad, ser honesto y darle al maestro lo que él me enseñó. Me decanté por lo segundo, el maestro sembró y cogió sus frutos, aquel día comprobó, como seguro que han comprobado con Pablo, que más vale ser libre que vivir atormentado. Quizá la sociedad actual no lo entienda y menos los de arriba que nos llevan sin razón ni corazón, pero seguro que la sociedad necesita este cambio, un cambio hacia la recuperación de valores y sobre todo mucha pero que mucha humanidad.