lunes, 30 de enero de 2017

Bajar de los altares

La adulación es muy mala para la salud. Especialmente para la mental. Surgen serias contraindicaciones, como en los prospectos de los medicamentos, cuando compartes públicamente tus vivencias como familia. Una de las peores es la idealización, la beatificación o la subida a los altares. Recibimos mensajes cariñosos que no paran de ponernos "por las nubes": "¡Cómo me gustaría vivir la vida como vosotros!" "¡Qué envidia!" "Si a nosotros nos fuera tan bien como a vosotros..." "¡Qué bien os va!", etc, etc, etc... Sentimos decepcionaros, pero precisamente si algo caracteriza nuestra búsqueda, nuestro compartir y nuestra apuesta es precisamente lo contrario. Creemos que para apostar por otro mundo, por otro tipo de vida, no necesariamente hace falta tirarse al monte. No hace falta recluirse en una cueva a meditar. No es preciso ser un santo ni dar lecciones a nadie. Se puede ser parte de ese camino, que quizás no tenga meta, incurriendo en multitud de incoherencias, viviendo en la vida que te ha tocado vivir, sufriendo continuas recaídas en tus defectos y en etapas que considerabas ya superadas. Siendo una familia normal que vive una vida normal. ¡Justo de eso va nuestra historia! Aunque muchos nos idealicen. Una familia que tiene sus discusiones como todas.
Que vive sus agobios como todas. Que va corriendo todo el día para arriba y para abajo como tantas. Pero que a pesar de todo eso, sabe que hay otra forma de vivir, y no va a renunciar a que eso forme parte de su camino. A veces dando pequeños pasos en cuestiones cotidianas: la alimentación, los desconocidos que no forman parte de nuestros círculos, el contacto con gente que vive dedicada al prójimo o a la contemplación (a ver si se nos "pega" algo...). A veces tomando decisiones sobre nuestro consumo o sobre el dinero en casa. Y a veces simplemente abriendo las ventanas para que otros vean nuestros aciertos y nuestros platos rotos, y con eso simplemente, nos podamos ayudar en el camino que tenemos decidido vivir.
Hace dos días me llamó una buena amiga para comentarme una cuestión sin importancia de un fichero que convendría quitar de internet. Había tenido una semana horrorosa. El lumbago daba sus últimos coletazos. Mi mujer acababa de caer con gripe. Las gestiones caseras se multiplicaban sin tener manos suficientes para todo. Cogí al primer "chivo expiatorio" que me pilló a mano, en este caso mi amiga al teléfono, y le solté "sapos y culebras". Lo que me preguntaba apenas tenía importancia, pero en mi agobio interno me pareció tan absurdo, que resulté seco, abrupto, cortante y maleducado. Me sentí fatal cuando le colgué. Y ayer quise disculparme con ella. Por desgracia, cuando tienes tantos frentes abiertos no eres capaz de mantener el equilibrio. Y a mí me sucede con más frecuencia de la que debería. A veces cualquier olvido de los niños, cualquier pequeña norma casera incumplida, o a veces cualquier comentario sin intención alguna, reaviva mis conflictos interiores, mis susceptibilidades desbocadas, mi necesidad de sentirme válido o simplemente mi ego. Y la fiera sale fuera.
Ayer me llamaron a capítulo. Cuando te dicen "tenemos que hablar" y te llevan a la habitación que usamos en casa para la meditación, ya te imaginas de qué va la cosa. Y reconozco que me resistí "como gato panza arriba". A pesar de que quien me llamaba al orden es mi compañera de camino de toda la vida (y probablemente de otras vidas anteriores), al ego no le suele hacer mucha gracia que le den un toque. Pero viene bien. Más que bien. Porque el camino es largo y las distracciones muchas. Porque esto no va de seguidores o de metas alcanzadas, sino de las pequeñas victorias diarias frente a nuestros defectos, frente a nuestras faltas al prójimo, frente al desequilibrio personal o familiar, frente a los pequeños traumas o paranoias que todos traemos de serie desde pequeños. Por eso es importante este compartir. Porque poniendo sobre la mesa que eres susceptible o que saltas más de la cuenta, adquieres un compromiso mayor por velar por esos desequilibrios que el que más o el que menos tiene muy guardaditos entre tantas capas de persona adulta y responsable. Por eso doy gracias por esas llamadas a capítulo de quienes me quieren. Por eso doy gracias por tener una compañera de viaje que es una maestra única de la asignatura más difícil: la vida. Y por eso es importante que nos bajen de los altares, y que compartamos entre todos el peso de las mochilas en este bello camino por un mundo diferente.

(FOTO: un precioso altar de un templo budista, a 10 minutitos de casa)


NOTA: Este post se publica como todo lo que escribimos gratis y en abierto en nuestro Blog y en nuestro Patreon. Pero nos preguntan qué cosas hemos compartido ya y de las que se podrían beneficiar quienes colaboren con una cantidad simbólica (desde 1€/mes) en nuestro Patreon Solidario. Ahí van algunos ejemplos de cosas ya compartidas:
(y seguimos...)

miércoles, 25 de enero de 2017

Te doy si me das

Cuando hace un año salimos en un reportaje en Televisión Española, hubo algo que nos sorprendió más que nada. Durante toda la semana anterior a su emisión, y en distintas cadenas, bombardearon a la audiencia con un avance  en cuyos primeros 10 segundos se nos veía como reclamo para ver el programa  ¡como familia que daba a cambio de NADA! Y cuando el programa se emitió, de sus distintos reportajes, dejaron el nuestro para lo último como "traca final" Tanto ese avance como el dejarnos para el final del programa suele ser un mecanismo para captar audiencia y conseguir la mayor atención posible, en este caso sacando a la palestra a unos bichos raros, una especie quizás en extinción: ¡dar aparentemente sin contraprestación alguna! Algo tan estrambótico que no te lo podías perder, querido televidente.
Vivimos en el mundo del "te doy si tú me das". Ni un dedo movemos si no tenemos la certeza de que algo vamos a obtener a cambio, sea ahora o en un futuro más o menos cierto. Y nos han inculcado desde pequeños que sólo progresaremos si vamos "a lo nuestro " contra viento y marea. Es el gran chip de la modernidad que tenemos implantado en nuestro cerebro: todo funciona mágicamente porque gracias a una "mano invisible" (la de Adam Smith) la lucha por nuestros intereses individuales conduce a un equilibrio económico en el que los ciudadanos maximizamos nuestro consumo y las empresas sus ventas. No nos interesa ahora entrar en análisis económicos. Sí en la experiencia humana que hay detrás de ese planteamiento..
Nuestro reportaje fue visto por millones de personas, convocadas ante ese reclamo: ¿Dar sin nada a cambio? ¿Duros a 4 pesetas? ¿Chollos gratis? En el fondo nos atrae lo diferente. Y curiosear por la mirilla de la puerta las rarezas ajenas es un gran deporte. Pero por fortuna, no es tan raro. Cada vez hay más personas que actúan no por contraprestación, sino por gratitud y por trabar relaciones con el prójimo. O Couso  acoge a gente bajo esa premisa y bajo el "deja lo que puedas, coge lo que necesites". La Casa de Acogida de Alozaina  actúa bajo similar esquema. Zsuzsi y Peter nos mimaron  hace unos días en Viena por pura gratitud, generosidad y ansia de estrechar lazos con nosotros. Nuestra amiga Ilse está recorriendo 1.000 kilómetros descalza con su hija a cuestas  para concienciar sobre los niños de Kenya. Y podríamos dar infinidad de ejemplos, cada vez más cercanos, de esa actitud de dar sin esperar nada a cambio que, sinceramente, es lo que creemos que verdaderamente nos caracteriza como seres humanos.
Se están produciendo pasos en la buena dirección, por ejemplo en la economía colaborativa. Pero aún falta bastante para el giro definitivo. Es cierto que ya no hace falta tener un apartamento o contratar un hotel para irte a la playa: hay gente que te presta su casa. Ya no hace falta tener coche para viajar: hay gente que comparte el suyo y te puede llevar. No hace falta "tener" para "disfrutar": está emergiendo el "compartir". Sin embargo, mientras ese compartir siga bajo el paradigma o las normas de la contraprestación y del mero intercambio, aún nos faltará subir un escalón como especie. Hace un par de años me dejaron en tierra en un Blablacar, aunque había cerrado la reserva, porque al conductor le interesó más otra oferta de traslado. Yo tenía coche y realmente lo hacía por conocer a gente y ahorrar contaminación. Pero su respuesta me dejó helado: "la pela es la pela". Compartía su coche, sí, pero su esquema mental seguía poniendo en el centro al dinero y no a la relación entre las personas. Las formas eran distintas. Compartía su coche. Pero el centro seguía siendo el mismo: el maximizar sus intereses como fuera, y a costa de quien fuera.
Por eso nosotros hemos decidido adentrarnos en esa selva de lo desconocido y minimizar la dinámica de la contraprestación y del "por el interés te quiero, Andrés". Y sinceramente, no creemos que sea tan complicado. Cada vez que podemos lo probamos, nos lanzamos al vacío, y casi siempre la realidad nos hechiza. Cuando tenemos que arrendar un piso, no buscamos un inquilino al que cobrar una renta alta y que no dé problemas. Buscamos un amigo en el que confiar, alguien en quien delegar las decisiones del piso como si fuera suyo propio, y de paso le reducimos el alquiler como muestra de esa confianza. El resultado es que hasta ahora nunca hemos tenido problemas a pesar de las obras, reformas e incidencias que siempre surgen en un alquiler. Confianza total y en la distancia. Quizás podríamos haber ganado más dinero con esos alquileres , y no nos han faltado ofertas más cuantiosas. Pero preferimos ganar amigos y tranquilidad. O incluso colaborar con causas solidarias renunciando al alquiler, ya que, ¿hasta qué punto lo que tenemos realmente es nuestro? Y lo mismo hemos procurado con las chicas que con el paso del tiempo nos han ayudado unas horas en casa con la limpieza. No son personas de segunda. Son parte esencial de nuestra vida; amigas ante las que mostramos nuestra gratitud; con las que intercambiamos confidencias. Y nunca hemos escatimado con ellas una subida de sueldo, porque cuando se plantea desde la cercanía siempre es justo y necesario. Nadie se aprovecha de nadie. Nadie trata de conseguir "chollos" ni de compararse con lo que hacen otros. No hay trampas. No hay cartón. No hay trucos para ganar una partida. Hay relación y gratitud recíproca. 
Estamos convencidos que las relaciones diarias con los vecinos, con la cajera del supermercado, o con los compañeros del trabajo pueden ser un motivo para hacernos la pregunta de si actuamos buscando una contraprestación con esas personas o si lo hacemos por el puro placer de cultivar esas relaciones, y entrar en el bellísimo juego de las gratitudes. Y lejos de que los tiempos nos lleven cada vez más a separarnos y a aislarnos del otro, creemos que surgen formas antes inimaginables de encontrarnos con el otro, con el prójimo. La tecnología lo posibilita, sin duda. Pero ya depende de qué actitud queramos tener nosotros. Por ejemplo, los artistas, creadores y poetas pueden vivir ya directamente de sus seguidores con Patreon y otras plataformas, invirtiendo en la esencia de su arte en lugar de venderse a los criterios mercantilistas de una gran multinacional intermediaria. ¿Qué mejor que desarrollar tus dones y talentos y que quienes los disfrutan aporten un granito de arena para que puedas vivir de ello? Un gran avance, sin duda. Pero incluso ahí es importante estar atentos, y aunque las formas sean distintas (vivir del contacto directo de quienes aprecian tu arte) es crucial que el fondo también lo sea (que el dinero no sea el motor exclusivo). Es crucial pasar de unas vidas que giren en torno al dinero, a pasar a unas vidas que giren en torno a las relaciones personales y a la gratitud entre los seres humanos. Y eso choca. Y seguirá chocando mucho. Porque no basta con empezar a usar la economía colaborativa. No basta con escribir, dibujar o actuar directamente para tus seguidores a través de Patreon. Debemos plantearnos "cómo" lo hacemos. Si lo hacemos por contraprestación (te doy sólo si tú me das) o lo hacemos por la relación y la gratitud . 
En nuestro caso muchos nos preguntan por nuestra opción, quizás radical, aquí. "Si os sigue tanta gente con lo que escribís en vuestro blog, ¿por qué no cobrar por ello, por ejemplo, en Patreon, como tantos otros escritores?" Es cierto que quizás sería una forma de complementar nuestros sueldos. De darse algún capricho con los niños, o pensar en su futuro. De verse recompensados por el tiempo dedicado. O de dedicar ese dinero a causas solidarias. Y lo mismo podríamos haber hecho con las ventas de nuestro libro, en lugar de haber renunciado a todos los ingresos de su venta en favor de tres ONGs. Nuestra respuesta es clara. La economía colaborativa, Patreon y otras muchísimas iniciativas que están surgiendo son, sin duda, un gran paso en la buena dirección. Pero creemos que hay que llegar más allá. No basta sólo con pasar de "poseer" a "compartir". No basta sólo con evitarnos intermediarios. Al menos en nuestro caso, si nuestras vivencias compartidas hasta ahora eran un regalo para otros, una ofrenda desinteresada, un puente hacia un mundo diferente para vivir y una vía de contagio a través de nuestra escritura, ¿cómo podríamos ahora condicionarlo por un par de monedas al mes, por muy loable que fuera el destino de ese dinero? Estaríamos siendo incoherentes con lo que nos movió a iniciar este camino. Perdería parte de su esencia porque sólo podría leerlo quien pagara por ello. ¡Aunque sea algo tan ridículo como lo que cuesta un café al mes! Se generaría una dinámica de exigencia por nuestros lectores y una búsqueda de maximizar el retorno de lo que hubieran pagado. E incluso si ese dinero fuera para causas solidarias, nuestras palabras irían en cierto modo contaminadas por la dinámica mercantil del intercambio. "Yo te doy, si tú me das". "Si no me pagas, no me lees". ¡Bastantes cómplices maravillosos y experiencias increíbles estamos viviendo en este camino como para encima cobrar por ello! Lo sentimos, pero no, no y no. Por ello, no cobramos en nuestro Patreon  por lo que escribimos, y lo publicamos en abierto. Por ello huimos de la contraprestación como de la peste. Por ello estamos obsesionados por centrarlo todo en las relaciones humanas y en la gratitud. Y por ello, queridos amigos, queremos que si queréis colaborar en las causas solidarias de nuestro Patreon  lo hagáis porque os lo dicta el corazón, porque os mueve apostar por ese mundo diferente para vivir, y como manifestación de una gratitud que os brota de dentro por lo que escribimos o por la ventana que a través de nosotros se os pueda abrir. Pero no por puro intercambio. ¡Que de eso ya tenemos bastante en este mundo! Y si así lo decidís, hemos querido también mostraros nosotros nuestra gratitud por ello, compartiendo a quienes os adentráis en esa aventura, partes de nuestra vida más allá de la escritura, y que nunca nos habríamos planteado de otra forma: nuestros cuentos infantiles creados para nuestros hijos, vídeos de vivencias caseras, de charlas que damos , de bromas en casa , recetas sanas como huevos rotos con chorizo vegano  o los donuts caseros , o remedios caseros como nuestra pasta de dientes sin químicos , nuestros posts en francés  o en inglés , entre otras muchas cosas que seguiremos lanzando. Evidentemente, lo mucho o lo poco que con ello generemos va directamente para las ONGs que entre todos decidamos. Pero no condicionamos la relación con quienes nos siguen a que nos paguen algo, aunque sea con un fin solidario. ¿Que eso supone que recaudamos poco para esos fines o que esto vaya muy lento para esas ONGs? Puede ser. Por ahora apenas son 35€ al mes. Pero esto no va de prisas, ni de resultados económicos. Ni siquiera de contraprestaciones en forma de palmaditas en la espalda o reconocimiento público, que no hace sino engordar el ego. Va de corazón, corazón y más corazón. Y ahí no hay atajos ni medias tintas. Ya lo vivimos cuando a pesar de infinidad de dudas y caras de incredulidad impulsamos el crowdfunding para un deshidratador solar  para la Casa de Acogida de Alozaina que hoy es ya una realidad; cuando impulsamos la Revolución de la Tostada  apelando sólo y exclusivamente a la conciencia de cada uno y logramos triplicar los resultados económicos; cuando euro a euro al mes a través de Teaming estamos construyendo cabañas y aseos en proyecto O Couso o por crowdfunding reconstruimos parte de su tejado; o cuando logramos en sólo cinco días una cantidad récord para los refugiados de Lesbos. Y también lo hemos vivido en otros intentos que han fracasado en resultado, pero han sido un triunfo en lo personal, en las relaciones trabadas y en los aprendizajes de vida. Esto no va de metas. Va de caminos recorridos, y de compañeros de viaje.
Permitidnos un consejo. Conjugad el verbo DAR por doquier y en todas sus causas y consecuencias:

Da porque estás agradecido/a.

Da porque la vida te dio antes a ti.

Da porque nada realmente te pertenece.

Da porque el desapego te hace libre.

Da porque cuanto mas das, la vida más te devuelve.

Da porque con ello haces espacio para que entre más vida en ti.

Da porque con ello pasamos del "tú y yo" al "nosotros".

Da porque no buscas que te dé, sino que me buscas a mí.

Da porque quieres ser mi amigo/a.

Da por el simple placer embriagador de dar.

Da por sentirte libre y sin ataduras.

Da porque me quieres


(Foto: Un día cualquiera en una calle de Málaga. Buscando cómplices en la aparentemente solitaria Avenida del "Dar sin esperar nada a cambio")

viernes, 20 de enero de 2017

Lumbalgia

La sucesión de días nos crea una ilusión de eternidad. Este viernes no difiere mucho de viernes pasado y quizás no mucho del próximo. Este invierno se parece mucho al anterior. Y cada día de trabajo es casi idéntico a los demás. Sin embargo la vida pasa casi imperceptible. Probablemente son los niños los que más nos confrontan con esa realidad. Un día les cambia la voz. O te superan de repente en altura. O deciden que ir a los columpios ya es de niños pequeños. Igual que meterse en la cama de los padres. Tú te ves, quizás, igual. Pero la vida pasa. ¡Y vaya que si pasa!
Ese efecto del paso del tiempo lo vivimos por la observación y la comparación. Pero es realmente nuestro cuerpo físico el que tarde o temprano te confronta con nuestra vulnerabilidad y limitaciones.
Y cuando compruebas lo indefenso que estás ante el más mínimo achaque, no puedes evitar caer en la cuenta de cuánta razón tenía Borges cuando dijo aquello de que "siempre" es una palabra que no está permitida a los hombres.
Esta semana me ha tocado comprobarlo en mis carnes. No sé si fue un mal movimiento, un rato en el que hice algo de ejercicio, la sesión de limpieza de las terrazas o que simplemente el cuerpo me tenía que dar un aviso, de lo que sea que tengo que aprender. Pero lo cierto es que esta semana me ha tocado sufrir un lumbago superlativo. De esos que te dejan inmóvil rabiando de dolor simplemente cuando te acercas a lavarte las manos en el lavabo o a sacar los pies del coche. Que situaciones tan cotidianas de tu día a día se conviertan en verdaderos castigos, te hace recapacitar. Te anima a hacerte muy consciente de cada paso, de cada movimiento y de cada instante, en una especie de liturgia a la que nuestras prisas diarias no están acostumbradas, por desgracia. Y aunque sea por puro dolor, pones todos los sentidos en el presente. Verte tan dependiente de quienes te rodean para acercarte un vaso, para hacerte un masaje, o para suplirte en las tareas caseras más básicas, te genera una mezcla de sensaciones: un profundo agradecimiento por estar rodeado de seres que te quieren y te cuidan; un recuerdo de tantas y tantas personas que sufren la enfermedad, la dependencia, el dolor...; y una llamada de atención frente a esa llamada inescrutable del paso del tiempo. Quizás sea buen momento para recordar a William Blake cuando decía lo de: "La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo". Quizás toque afanarnos aún más en esas creaciones del tiempo. Quizás debamos vivir con más autenticidad cada minuto. Quizás debamos recordar de vez en cuando que no somos eternos. Aunque sólo sea por si acaso esto tuviera fin.

NOTA: Este contenido, como todo lo que compartimos, no tiene ningún afán de lucro para nosotros, sus autores. ¡Bastante premio estamos teniendo con los aprendizajes y con las personas que estamos conociendo por el camino! Sin embargo nos encantaría que nuestras creaciones (escritos, vídeos, audios, recetas, remedios caseros, etc) acaben beneficiando ese "mundo mejor" a través de entidades solidarias que apuestan por él. Por eso, algunos de esos contenidos los subimos a nuestra página en Patreon (https://www.patreon.com/familiade3hijos) para disfrute de quienes estáis colaborando en esos proyectos solidarios, aunque sea con 1 simple euro al mes. Basta con pulsar en el botón rojo de "Become a patron". ¿Queréis ser nuestros cómplices, aunque sea con algo simbólico? ¡¡GRACIAS!!

miércoles, 11 de enero de 2017

Pantuflas de bienvenida

Descubrir Viena por primera vez en Navidades es algo mágico. Aunque no tuvimos nieve, sus mercadillos navideños, el ambiente de las calles, y los coches de caballos con sus cocheros ataviados como en el siglo XIX te trasladan a otra época. Meterte en uno de sus míticas cafeterías a degustar un café con un pastel cuando fuera hay seis grado bajo cero tiene un encanto especial. Y si a eso le unes lo muchísimo que disfrutamos de la música a un precio irrisorio, el plan vienés nos salió de lujo. Asistir a un ballet en la Ópera Estatal de Viena con entradas de pie, disfrutar de Strauss en el Koncerthaus de la Filarmónica, y escuchar las Vísperas de la Catedral de San Bernardo con orquesta, coro y su órgano centenario es algo excepcional. También lo es conocer los Palacios de Hofburg, Belvedere y Schönbrunn, y la historia de la Emperatriz Sisí in situ. Está claro que, a veces, cuanto menos se planifican las cosas, y más te dejas llevar por las circunstancias, mejor salen los planes. Aferrarse a una planificación genera rigideces que a veces convierten una escapada en una frustración. Y nuestro plan fue tan inesperado que el resultado ha hecho de este viaje uno de los más especiales de nuestra vida.
Sin embargo, debo reconocer que cada vez valoro más otro tipo de cosas cuando recorremos mundo. Y de esas tuvimos todavía más en nuestra aventura austríaca. Están bien los monumentos, los parques y los atractivos turísticos, pero reconozco que todo eso sin el contacto humano sabe a poco. Por eso lo de Viena fue aún más especial. Todo cuadró de tal manera que resultó alucinante.
El avión, el tren y el metro fueron tan puntuales que ni nos lo creíamos. Llamamos a la puerta de la señora Rumpf, y con una sonrisa enorme y un inglés muy "chapurreado", nos dio las llaves del apartamento de Zsuzsi y Peter, tras su mágica invitación. Subíamos con una sensación extraña: como esa que uno tenía de pequeño al abrir la puerta del salón en la mañana de Reyes: deseando encontrarte un montón de paquetes envueltos con papel de regalo, pero con el sustillo de poder cruzarte con sus majestades en plena faena. Abrimos la puerta y aunque nuestros amigos no estaban, impregnaron de su presencia nuestra llegada. Habían dejado dos pares de alpargatas con un gran corazón dibujado y un enorme "Welcome" escrito dentro. En España, cuando llego a casa, siempre me quito los zapatos y me calzo mis pantuflas. Es un ritual que me introduce en el calor del hogar. Y que nuestros amigos hubieran tenido ese detalle como gesto para que nos sintiéramos como en casa, me pareció de una hospitalidad entrañable. Pero ahí no quedó todo: se habían dedicado a ponernos post-its por toda la casa para que usáramos todos los ingredientes y productos que necesitáramos sin miedo a que su etiqueta en alemán nos disuadiera. Y habían llenado el frigorífico y la encimera para que no desfalleciéramos durante esos días navideños de tiendas cerradas. Todo dispuesto para pasar unos preciosos días "de novios", que tuvieron su colofón cuando pudimos disfrutar de la compañía de nuestros anfitriones los dos últimos días, e incluso nos hicieron una visita guiada y personalizada a la ONU, donde trabaja Peter. Es curioso cómo las almas hospitalarias y generosas atraen el cariño. Imagino que Zsuzsi y Peter lo tienen a raudales. Ahora tratamos de "picarles" por whatsapp con fotos de nuestra Navidad veraniega,  a ver si conseguimos animarles para que vuelvan a visitarnos. La hospitalidad resulta contagiosa.
Como imagen de estos días me quedo con la de la cena de Nochebuena. Fue tan sencilla como idílica y romántica: una mesita en la cocina con un mantel navideño, una lamparita de 7 velas, una sopa de patatas y zanahorias recién hecha, y una ensaladita de tomates cherries. Todo ello vivido en Skype a tres bandas entre Londres, Wyoming y Viena. Nunca tuve la sensación de estar tan cerca de mis hijos estando tan lejos. Nunca una cena en pareja fue tan familiar y multitudinaria. Nunca los ausentes se hicieron tan presentes. Será que el amor poco tiene que ver con la distancia medida en kilómetros.


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lunes, 9 de enero de 2017

El cuento de la gota Plof

Los Reyes, a través de su nuestra querida amiga Mari Ángeles Salguero, nos han regalado la voz y la música para uno de nuestros posts, un precioso cuento que escribió Mey hace ya algunos meses. Nos ha emocionado tanto que hemos querido compartirlo también por aquí. Feliz semana.


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