lunes, 25 de abril de 2016

Salir del armario

Hace justo una semana llamaban al timbre a la hora del almuerzo. No esperábamos a nadie, y menos al mensajero. Traía dos enormes y pesados paquetes de cartón. Firmé el albarán, y los paquetes descansaron en el suelo. Al mirarlos tuve de repente el presentimiento de que esos paquetes podrían cambiarnos la vida. Recordé que estábamos pendientes del envío desde imprenta de los primeros ejemplares de nuestro primer libro. Y allí estaban: "Familia de 3 hijos busca mundo diferente para vivir", 50 ejemplares.
Tuve la sensación de que eran muchísimos, y que difícilmente se podrían vender tantos. Y mentiría si no reconociera que me pasó por la mente esa sensación de "¿Quién nos llamaría a meternos en otro berenjenal?" Pero allí estaban los libros interpelándonos: ¿Y ahora qué?
Estoy convencido que muchos pensarán que nos gustan los "saraos" más que a una actriz de Hollywood. Pero no. Nos encanta el anonimato. Sin embargo, hemos sentido con mucha fuerza que era momento de dar un paso al frente. Cuando empezamos la aventura del blog en el 2012, lo hicimos por puro desahogo y coherencia ante las injusticias que veíamos a nuestro alrededor. Lo del libro ahora ha sido distinto. Algunas de las personas que ya nos leían nos reconocían que se aferraban a nuestra letras como a una tabla de salvación en un enorme océano de incomprensión, de consumismo, de insolidaridad y de competitividad. Y encontrar a otros "locos" como nosotros les había devuelto la cordura. Porque la locura o la rareza no va de tener razón sobre lo que es este mundo, va simplemente de números. Y los locos o los raros somos tan sólo una minoría. Pero si nos unimos poco a poco, ¿quién sabe? ¿Y si alguien descubre nuestro anuncio de búsqueda en un periódico perdido y se encuentra a sí mismo? ¿Y si alguien recoge nuestro mensaje en una botella lanzada al mar, y deja de ser un náufrago? ¿Y si buscando compañero de piso en un tablón de anuncios olvidado, recuerdas quién eres? Por eso sentimos que había que compartir nuestra búsqueda. Por eso nuestro anuncio: "FAMILIA DE 3 HIJOS BUSCA MUNDO DIFERENTE PARA VIVIR". Todas esas páginas ya no eran nuestras. Ni nos pertenecían ni podíamos adueñarnos de ellas. Son de todos los que aspiran a que los locos y los raros seamos mayoría. Son de los que apuestan por un mundo diferente para vivir. ¿Quiénes somos nosotros para evitar que salieran a la luz, por mucha pereza que nos diera la odisea?
No ha sido fácil. No somos unos entusiastas de las entrevistas en la tele o en la radio, y hemos tenido de ambas esta semana. Hemos tenido que firmar decenas de dedicatorias en un puñado de días. Y hemos abierto de par en par las puertas de la intimidad de nuestro hogar para que cualquiera pueda opinar. Pero hay veces que la vida llama a la puerta, aunque sea en forma de libro. Y aunque nunca hubiéramos pensado ser escritores, esa puede ser otra forma más de encontrarte con el otro. ¿Nos vamos a aferrar a nuestro círculo de confort? ¿Nos vamos a encerrar en nuestro castillo de cristal? ¿Vamos a negarle al otro nuestra complicidad? No. Toca compartir. Y hablo de algo que va mucho más allá de los ingresos por las ventas del libro a tres ONGs. Hablo de compartir nuestros sentimientos, nuestros anhelos, nuestra ilusión, y la energía transformadora que este mundo precisa con urgencia.
Acaba de cumplirse una semana de la llegada de aquellas dos cajas. Ya están vacías de libros y llenas de solidaridad y de complicidad de todos quienes ya nos están leyendo. Nuevas cajas vienen de camino, y decenas de envíos viajan ya a domicilios anónimos y a librerías perdidas que han reclamado nuestro libro para sus estanterías. Cuando entremos en alguna, seguro que nos sentiremos muy raros. Quizás abrumados. Pero a veces es necesario salir del armario para entrar en razón.

lunes, 18 de abril de 2016

¡Nos han publicado un libro!

La vida trae regalos inesperados. Y a nosotros nos ha traído uno muy "gordo". Jamás pensamos en escribir un libro. Sólo pusimos un anuncio y lo lanzamos al viento: "Familia de 3 hijos busca mundo diferente para vivir". Eso fue hace cuatro años. En ese tiempo han surgido bellas historias con muchos cómplices de esa aventura. Y esas complicidades digitales, casi sin quererlo, han fructificado en  complicidades en papel, y en este libro.

¿Que de qué va el libro? No va de consejos ni de autoayuda. No va de recetas para ser feliz, ni de atajos hacia el paraíso. Va de vida y más vida. De centenares o miles de retazos de vida. Porque creemos que el mayor camino hacia la iluminación y hacia la felicidad no son los gurús ni las grandes enseñanzas religiosas o espirituales: es el vivir, y los aprendizajes que la vida nos trae.

¿Y las ventas? Por supuesto, si éste ha sido un regalo para nosotros, ¿cómo íbamos a enriquecernos con él? Como autores hemos decidido renunciar a los posibles derechos sobre el libro, de forma que el 100% de las ventas se destine a 3 proyectos solidarios con los que estamos muy vinculados: la Casa de Acogida Pepe Bravo de Alozaina, la Asociación para el Desarrollo De Aquí Para Allá (ADAPA), y Proyecto O Couso, Escuela de Dones y Talentos en el Camino de Santiago.

El libro tiene 318 páginas, y el precio en librería es de 15€. Irá llegando a ellas según vayan evolucionando las ventas. Pero si os resulta posible, por favor, compradlo a través de la web de la editorial, ya que ello supone que la distribución se lleva menos porcentaje y los proyectos solidarios más. El precio es el mismo, y os llegará cómodamente a casa en tres o cinco días.Aquí os compartimos el enlace para curiosear sobre el contenido del libro, sobre sus autores, y para que podáis tramitar directamente vuestro pedido:

Para cualquier duda o consulta sobre el libro, podéis escribirnos a familiade3hijos@gmail.com .

Mil gracias a tod@s por un regalo tan inesperado. Y abrimos la puerta de par en par a los cómplices que esta nueva etapa pueda deparar.

martes, 12 de abril de 2016

Espere su turno

Lo confieso: soy funcionario. Pero en el castigo llevo la penitencia. Sé que para muchas personas ser funcionario es el paraíso de los trabajos para toda la vida, sin saber que a veces eso esclaviza. Y para otros es el refugio de los holgazanes, aunque haya muy honrosas excepciones. En mi caso, o por una razón o por otra, juré y perjuré que jamás sería funcionario. Y como suele pasar en estos casos, me tuve que comer mis palabras con patatas cuando decidí que quería dedicar más tiempo a mi familia, y ésa era la opción más factible para ello en aquel momento.
Ser funcionarios nos está permitiendo disfrutar de una amplia reducción de jornada renunciando a sueldo para poder dedicar más energías y tiempo a cuestiones más importantes que, paradógicamente, aquellas por las que cobramos. Sin embargo, la Administración nos es el lugar más adecuado donde ejercer la coherencia, especialmente si lo que te mueve es servir al otro. Es un reino de papeles, de tareas repetitivas sin plantearse los "para qué", o de jerarquías con escaso fundamento en el mérito o en la capacidad. Más de una vez me han dicho que no se me paga para pensar en cómo mejorar la atención al ciudadano, sino en hacer mi cometido sin más. El "vuelva usted mañana" o el "espere su turno" se convierten en una filosofía de trabajo. Y con razón un reino así ahuyenta a quien quiera plantearse un mundo mejor para vivir, presidido por la fraternidad, la verdad, o la unidad de todos (estés a un lado u otro del mostrador).
Actualmente estoy viviendo una etapa de aceptación, de desapego del resultado que me gustaría lograr en mi trabajo, y de conexión con quien tenga delante, al margen de los dictámenes y normas que se impongan desde arriba. Pero incluso con esa actitud, a veces te topas con circunstancias desconcertantes. Hace poco me tocó solicitar un certificado por un trabajo de coordinación realizado entre dos entidades públicas, una regional y otra municipal, para un gran proyecto que finalmente logró el respaldo del parlamento regional. Lo viví como un reto personal, ya que se trataba de que dos administraciones de color distinto y con profunda desconfianza mutua, se avinieran a colaborar. Tras varios meses de intenso trabajo y de numerosos sinsabores el proyecto se consumó con éxito. El tender puentes donde no los había fue en sí mismo mi recompensa. No esperaba remuneración ni una "palmadita" en la espalda. Pero hace poco tuve que justificar ese proyecto para otro asunto, y solicité el correspondiente certificado. Muchos fueron testigos de mi labor de coordinación y redacción, pero me negaron el documento. La verdad debía verse relegada a la burocracia. Aunque era evidente que yo había hecho ese trabajo, mi disposición a arrimar el hombro sin formalismo alguno, sin remuneración, y sin documentos probatorios les llevaba a denegármelo. Además, me argumentaban que nunca había tenido una relación laboral con esa Administración. ¡Pues claro! ¡Ese era el reto! Arrimar el hombro sin estar movidos por el interés, tan sólo en base a la confianza y a las ganas de crear algo conjunto que nos trascienda. Quizás suene a arameo para algunos. Y por eso, no me resigné. Estaba dispuesto a que la verdad, la confianza y la apuesta por la colaboración no perdiesen esta batalla, aunque fuera en el reino de la burocracia. Tocó recopilar correos, pruebas documentales y alguna que otra foto para que mis interlocutores de ahora y de entonces, pudieran conseguir que me certificaran la verdad. Mes y medio después se ha conseguido tras un esfuerzo ímprobo. ¿Por qué cuesta tanto tender puentes, actuar de buena fe y hacer aflorar la verdad, ésa que va mucho más allá de los papeles?
Lo de mi certificado puede ser una anécdota simpática comparado con lo de la semana pasada en mi oficina de empleo. A algún "lumbreras" de la Consejería se le ocurrió que no era suficiente con la incomodidad de separar las citas de Demanda (Junta de Andalucía) de las de Prestaciones (Ministerio) para que los usuarios tuvieran que soportar la mayor de las descoordinaciones. Esa separación podía llevarse más allá: en concreto a la puerta de la oficina. Y así dieron la consigna a todas las oficinas de que la puerta se convierta en la frontera donde el guardia de seguridad no deje pasar a nadie que no figure en su lista de citas para ese día, y así clasificar al rebaño según vayan a la Junta o al Ministerio, que compartimos espacio (¡qué ironía!). Pero cuando al ser humano le dan una norma, le dan una gorra para ejecutarla, y una cierta potestad para imponerla, el sentido común huye despavorido y se apoltrona don sinsentido. Y así sucedió hace unos días: en vez de organizar los flujos de demandantes de empleo hacia una zona u otra de la oficina, la puerta de la oficina se convierte día a día en el Lesbos de turno, aquel lugar donde unos tienen la enorme suerte de entrar y esperar a su turno, y otros son retenidos porque su DNI no está en las sagrada lista. Cada vez que veo ese rebaño en la puerta, siento vergüenza ajena. Y comprendo perfectamente que hayamos llegado como especie humana a la barbaridad que estamos viendo diariamente desde nuestros sofás con los refugiados. Un amigo me llamó desde la puerta: a pesar de tener cita le impedían el paso porque no aparecía en las "Tablas de la Ley" del "segurata". Salí a rescatarle y a hacer entrar en razón a la autoridad competente. Pero para mi sonrojo, cuando mi amigo dio dos pasos para saludarme, fue interceptado con violencia para impedirle el paso. De lo organizativo habíamos pasado a lo represivo. Sus rasgos sudamericanos y un collar budista que le colgaba del cuello hicieron el resto para que todas las alarmas saltaran ante semejante amenaza a la burocracia de la oficina.
El incidente causó revuelo. No escatimé esfuerzos en que la cordura retomase su sitio. E imagino que más de algún compañero vería exagerada mi preocupación por lo sucedido. Pero sin duda cosas así me llevan cada vez más a creer en que las burocracias, las normas, y la Administración, o están al servicio del ser humano y de la verdad, o si no, mejor que no existan. Quizás tenga yo poco futuro en un reino así. O quizás me toque esperar a mi turno, y no toca ahora.