lunes, 27 de abril de 2015

Victorias de la vida

Cada vez me alegro más de ver menos televisión. Nos alimentamos no sólo por la boca, sino por los ojos y los oídos. Y por eso, a veces, vale más la pena rememorar las bellas películas de nuestra vida, que aguantar las malas de la "tele". Y para qué hablar de las noticias. Y en esas estábamos mi mujer y yo hace unos días, cuando nos acordamos de una preciosa historia de unos grandes amigos durante nuestra etapa en Linares, hace ya ocho años..
Son gente buena y llana, de esas con las que da gusto "tropezarse" por la vida. Tenían ya un hijo, íntimo de los míos desde la más tierna infancia. Y no mucho después de conocernos nos dieron la grata noticia de que llegaba su segundo retoño. Alegrías, ilusión y nervios, como suele ser habitual en estos casos. Todo iba según el guión previsto para cualquier embarazo, hasta que cerca ya del cuarto mes, en la prueba de la amniocentesis, surgió un dilema de esos al que nadie querría enfrentarse: a raíz del análisis de la información extraída del feto, los médicos detectaron un exceso de material genético en el cromosoma 11. Esa anomalía genética, de haberse detectado en el cromosoma 21, hubiera sido indicio inmediato de Síndrome de Down. Pero no había suficiente literatura médica ni estudios científicos que pudiesen contrastar las consecuencias de una situación así en el cromosoma 11.
Tras el hallazgo se sucedieron unas semanas que no se las desearía a nadie. Idas y venidas a médicos y expertos de todo pelaje. Incluso remitieron las pruebas a un prestigioso laboratorio de genética de Barcelona para conocer su opinión. La respuesta en todos los casos era una enorme interrogante. Nadie se quería "mojar", pero todos confirmaban la veracidad de la anomalía genética. Y mientras tanto el tiempo pasaba y el feto se hacía cada vez más grande.
Difícil imaginarse el desconcierto de nuestros amigos en una situación ante la cual, los expertos ratificaban la anomalía, reconocían su desconocimiento sobre las implicaciones, y de forma inmediata aconsejaban optar por la interrupción del embarazo "por si acaso". Recuerdo perfectamente cómo, probablemente ante la decisión más importante de sus vidas, lo único que tenían para decidir era una cinta de cassette en la que habían grabado la conversación con el experto genetista de Barcelona. Éste reconocía su desconocimiento y el de toda la Ciencia del momento ante un caso así. Pero por asimilación a otras posibles anomalías congénitas aconsejaba abortar por muy superados que estuviesen ya los plazos. Se comprometía a redactar todos los informes pertinentes para que no hubiera consecuencias de la interrupción de la gestación. Difícil "papeleta" la nuestra como amigos consejeros. Y mucho más difícil la de los padres. Más aún cuando algunas personas del entorno con conocimientos en la materia les insistían en la conveniencia de no continuar.
Nuestros amigos aceptaron su suerte. Se aferraron con fuerza a lo que les dictaba el corazón, por encima de especulaciones científicas y médicas. Y con un susto en el cuerpo que duró meses, "tiraron para adelante". Hoy el resultado de esa decisión es un precioso niño rubio, simpático y más "listo" que el "hambre". Nunca les he oído opinar sobre lo que deberían hacer otros. Yo tampoco lo haré. Sólo constato esta bella historia que compartimos con ellos. Victorias de la vida, sin duda. Victorias del corazón.

sábado, 18 de abril de 2015

La caja de galletas

Todos tenemos nuestras manías. Los hay que coleccionan dedales o soldaditos de plomo. Hay quienes disfrutan con cualquier evento de aeromodelismo o de la reina de Inglaterra . Incluso hay gente que colecciona esquelas mortuorias. Mi manía son las "experiencias financieras de apoyo mutuo y cooperación". "¡Menudo nombre!", pensará más de uno....
En realidad es muy sencillo: me encanta descubrir e involucrarme en iniciativas, proyectos o plataformas que propician que las personas colaboremos económicamente para impulsar cambios en nuestro "rinconcito de mundo". De hecho estoy empeñado en difundir el potencial que tendríamos los A.E.A. (Ahorradores Éticos Activos).
Quizás en la época de nuestros padres o abuelos, mi "hobby" sería difícil de practicar. Pero hoy florecen iniciativas de este tipo por doquier, y por eso es un "gustazo" participar en ellas. Cuanto más simple sea su dinámica, mejor. En los últimos meses, los que compartimos esta pequeña obsesión, nos hemos involucrado en una campaña de crowdfunding para un deshidratador solar industrial que está permitiendo generar recursos para el sostenimiento de una Casa de Acogida en Alozaina (Málaga) a la vez que se aprovecha la fruta y verdura de los campos que hasta ahora se pudría en el árbol o la mata. También hemos participado en otra campaña para impulsar una Escuela de Dones y Talentos, Casa de Acogida y Comunidad Abierta en el Camino de Santiago (O Couso). Y nos hemos sorprendido del poder transformador que puede tener un préstamo que se canalice con seriedad y pulcritud (KIVA) para apoyar proyectos de desarrollo y sueños de pequeños emprendedores en países de desarrollo. De hecho ya nos han devuelto el 100% de lo prestado: María Martir de El Salvador , la Buena Unión de República Dominicana , Agnes de Uganda, y Caroline de Kenya. Y con las devoluciones de esos préstamos estamos cofinanciando como familia ahora a Laidou Group de Mali y a La Colmena de Ecuador. La escrupulosa devolución de dichos préstamos está posibilitando el efecto multiplicador de un primer impulso solidario.
Esta semana hemos sido testigos de otro pequeño "milagro" en este ámbito: ¿os imagináis poner una gran caja de galletas en medio de la plaza de nuestro pueblo, de forma que en ella, todos los habitantes pudieran poner 1€ al mes, y dedicarlo a alguna acción solidaria decidida por mayoría pasados varios meses? Ni más ni menos: 1 solo euro al mes. ¿Os imagináis el poder transformador que podría tener ese simple gesto? Lo importante no es la cantidad de dinero; es la energía y la decisión de muchas personas aunando su gesto en pro de un anhelo común. Diez amigos hemos hecho la prueba. Lo que ocurre es que en vez de poner el euro en una caja en medio de una plaza, creamos un grupo en Teaming al que denominamos "Ecosolidarios" . Y pasados unos meses hemos abierto esa "caja de galletas" y hemos dedicado lo recogido a cambiar la vida de una familia: la de Abdusalam. Él tiene discapacidad motora desde nacimiento, y se ayuda de un bastón para desplazarse en su hogar, pero no puede caminar distancias más largas. Tiene un puesto de venta ambulante de chucherías en la puerta de un colegio, aunque el dinero que gana es insuficiente para mantener a una familia de siete hijos en edad escolar. El colegio donde vende está lejos y tiene que desplazarse cada día en taxi. No tiene fuerzas en sus brazos para una silla de ruedas manual. Nuestra amiga Ana y su novio se conmovieron de su situación al conocerle, y organizaron junto a las ONGs comarcales ADAPA y APIS un almuerzo solidario para comprarle una silla de ruedas eléctrica. Y con el dinero de nuestro "bote", el sueño ha acabado de hacerse realidad.
Nuestro "manía" "mola" porque "mola" echar una mano a la gente.  Pero "mola" todavía más comprobar la extrema sencillez de este tipo de gestos:  ¡si es que resulta hasta ridículo! ¿Quién no va a poder dedicar 1 euro al mes para un buen fin? Si somos cientos o miles, nuestro poder de transformación es enorme. ¿Te apetece participar en nuestra "caja de galletas" con 1 euro al mes? Puedes hacerlo AQUÍ

viernes, 10 de abril de 2015

Vulnerables

A veces nuestro cuerpo nos da avisos. Es como si necesitara equilibrar físicamente los desequilibrios en los que incurrimos a otros niveles. Ya me pasó hace unos años con el milagroso proceso en mi ojo izquierdo que parecía decirme claramente: "niño: es hora de ver más allá de tus narices y de tu mundo". ¡Y vaya si lo he hecho! La biodescodificación habla mucho de esto: en qué medida nuestro cuerpo es el mejor consejero para que tomemos conciencia y/o equilibremos los posibles desequilibrios de nuestra vida. Con mi operación de oído de la semana pasada ha sucedido algo parecido: he tenido la sensación durante toda mi vida de escuchar y prestar demasiada atención a expectativas e informaciones que todos quizás escuchamos, pero a las que yo hacía demasiado caso. Me importaba mucho lo que se dijera de mí...
Buscaba el reconocimiento siendo un estudiante brillante, un trabajador modélico, una persona hiper-responsable...Pero a fin de cuentas, todos esos halagos que mis oídos buscaban, me hacían cada vez más esclavo de un rol que no me hacía para nada feliz. El cuerpo, tarde o temprano, manifiesta esos desequilibrios y ya es decisión nuestra hacerle o no caso, y decidir querer hacer milagros.
El confrontar las expectativas que sobre mí podrían tener quienes me rodean, sin duda, me dio libertad. Sin embargo, imagino que desconcertaría a quienes me conocían de mi etapa anterior. Hace un par de días, un precioso mensaje de mi amiga María, a quien por cierto no conozco en persona, pero a la que siento muy cercana, me ha ayudado a entender mi proceso. Decidí no tener vergüenza en mostrarme como soy, aunque se alejase del modelo que yo entendía que se esperaba de mí. Decidí tener el coraje de ser imperfecto, e incluso superar la vergüenza de contarlo abiertamente en este blog. Asumí que era momento de renunciar a quien pensaba que debía ser, y decidí ser lo que realmente era. En definitiva acepté por completo ser vulnerable, y para mi sorpresa, muchas personas empezaron a identificarse con mi vulnerabilidad. Y empezaron a conectar con mis lágrimas, con mis equivocaciones, con los momentos de tristeza o de enfermedad. ¡Menuda sorpresa! Yo lo hacía porque me hacía sentir bien escribirlo...Pero para otros, esa vulnerabilidad, esa ausencia de control y predicción, y ese saltar sin red, resultaba bonito, porque también lo sentían ellos.
¿Por qué aprendemos a ocultar nuestra vulnerabilidad, cuando probablemente no hay nada más humano que eso? ¡Qué pena que desde pequeños nos enseñen a insensibilizarla a base de consumo, de televisión, de pan y circo...! ¡Qué pena que ese proceso ahogue también lo más preciado y bueno que tenemos! ¡Qué pena que entremos en la esfera de las certezas, convirtiendo lo incierto en cierto, y nos adentremos en la culpa como forma de eliminar el dolor y la incomodidad! ¡Qué pena que en algún momento decidamos controlarlo todo, perfeccionarnos a nosotros mismos y sobre todo a nuestros hijos! ¡Con lo bueno que es asumir que nuestros hijos son imperfectos sabiendo que están hechos para afrontar lo que deba venir, plenamente merecedores de todo el amor del mundo! ¡Qué pena que nos traguemos eso de que lo pequeño que hacemos no tiene efecto en lo grande cuando somos realmente UNO!
Como dice el precioso vídeo que me envió mi amiga, dejemos que nos vean como somos, vulnerables o no. Nuestra vulnerabilidad es preciosa. Amemos con el corazón aunque no haya garantías. Practiquemos la gratitud y la dicha sabiendo que nuestra vulnerabilidad supone que estamos vivos. Valemos la pena. Y mucho.

miércoles, 1 de abril de 2015

Quirófano

No hace ni 48 horas que salí del quirófano. Es Miércoles Santo y aún no ha amanecido. Ésta será una Semana Santa de mucha profundización interior. Los médicos se han sorprendido de lo rápido de mi recuperación: nada de fiebre y nada de mareos. Eso y evitar pasar en el hospital toda la Semana Santa han ayudado a que me dieran el alta tan pronto. Aunque aún hay dolores y un vendaje tan pomposo que llamo la atención por donde paso.
Estoy convencido que mi rápida recuperación tiene que ver con la aceptación de la situación, que llevo trabajando desde hace meses: nada de aferrarme a que "debería ser de otra forma", o a cantos baldíos a la "mala suerte"...Siempre hay mucho que aprender de todo lo que nos pasa, y una tercera operación relacionada con los sentidos claramente apela a otra forma de ver la realidad. En el 2011 fueron una vitrectomía y una extirpación de cristalino en el ojo izquierdo; ahora ha sido una timpanoplastia en el oído derecho. ¡Menuda llamada del Universo!: "Es hora de percibir la realidad que hay más allá de lo que ves y oyes. ¡Hay mucho que ver y que oír!", parece decirme. En ese camino ando. Y el cambio está siendo enorme, y para mejor.
Pasar unos días en el hospital te hace ver lo efímero de nuestra realidad corpórea. Pocas horas antes de la operación, me traían de compañero de habitación a un ancianito en su último aliento de vida, ya sin habla, sólo suspiros de queja...Menuda llamada: "polvo seremos y en polvo nos convertiremos". ¡Qué milagro tan fugaz es realmente una vida humana, y cuánta importancia nos damos a veces! Incluso me reía ayer al ver que nos trastocan lo más mínimo, y se nos caen "todos los palos del sombrajo": lo aparatoso de mi vendaje impedía ponerme las gafas, y con ello ya no podía ni ver ni oir bien. Curioso equilibrismo el que vivimos, que siempre consideramos eterno...mientras dura.
La operación tenía dos objetivos. Primero, extirpar el colesteatoma del oído, que amenazaba con reproducirse por todo el cerebro, y causar parálisis facial y consecuencias peores. El segundo, garantizar la audición. El primer objetivo se ha conseguido sin problemas; el segundo no. El colesteatoma ya se había "comido" el estribo entero y la mitad del yunque. Los huesecillos ya no transmitían vibración. Ahora se entiende la pérdida de audición de los últimos meses. Gracias a la rotura este pasado verano de la bolsa retráctil que lo inició todo, la operación se precipitó. Sin ese pequeño gran aviso de la sabia naturaleza, casi imperceptible, la cosa se podría haber complicado, y mucho. 
¿Vaso medio lleno o vaso medio vacío? Estoy convencido de que podemos obrar milagros inexplicables para la ciencia o la medicina, como ya me sucedió con el ojo, así que quizás no esté dicha la última palabra sobre ese oído. Además, sigo pudiendo escuchar con el otro oído a Ludovico Einaudi, el Coro de los Peregrinos de Wagner o el "Don´t Give Up" de Peter Gabriel, mi himno favorito ante la adversidad. Podré seguir escuchando a mis niños, a mi mujer y a mis amigos...Ya amanece, y escucho a los pajarillos mañaneros. Vaso lleno, sin duda.