martes, 23 de diciembre de 2014

Círculos de Luz

Hay símbolos que te erizan la piel. Cuando eso sucede, es porque tocan el corazón. La "Luz de Belén" es uno de ellos. Cada año, por estas fechas, un niño baja a la gruta donde se supone que nació Jesús y recoge la Luz perpetua que allí se guarda. Después, miles de scouts de todo el mundo se organizan en desplazamientos kilométricos para propagar de vela en vela, de candil en candil, esa pequeña llama para que llegue al mayor número posible de familias. Cada año, poco antes de la Navidad, se hace ese despliegue tan enorme de almas. Y cada año se me eriza más la piel. Para mí es el símbolo que mejor identifica lo que significa la Navidad: que un Ser, con una Luz extraordinaria en su interior, con su nacimiento y posterior vida, deslumbra la oscuridad que existe, y genera un enorme salto de conciencia en quienes le rodean.

Aquí en Málaga es un momento mágico cuando se apagan las luces de la Catedral, se hace un gran silencio, y desde la más profunda oscuridad, una pequeña llama traída de mano en mano desde Belén, se convierte en centenares de pequeñas llamas que acaban iluminando cálidamente el templo. Y ese mismo gesto se repite en miles y miles de lugares en todo el mundo. Por ejemplo hoy, día de Nochebuena, nuestra amiga Meme y su familia han recogido la luz en casa y dedican toda la mañana a repartirla entre amigos y familiares ¿Hay mejor símil de lo que debería ser la VIDA con mayúsculas: compartir la luz que otros te han dado?

Hace unos días, nos visitó nuestro gran amigo Luije y hablábamos preocupados de la oscuridad en la que se encuentran muchas de las personas que nos rodean. Vidas sólo centradas en el trabajo, en el telediario, en el fútbol, en la política, en el cotilleo... Vidas clónicas, vacías de ilusión por el presente, por la naturaleza, por el descubrimiento y aprendizaje continuos, o por el encuentro con el prójimo. Vidas deseosas de ser iluminadas.
En estas fechas de propósitos para el año entrante, siempre pedimos un poco menos de ajetreo en casa, aunque realmente cada vez estamos embarcados en más aventuras. Pero es que cuando llega la Luz, es necesario seguir propagándola. Si no la compartes, ¿cuántas personas se quedarán a oscuras por ello detrás de ti? Y da igual que la Luz venga de O Couso, de los Scouts, de la Casa de Pepe Bravo, o de Adapa. Todos ellos son Círculos de Luz que nos animan a despertar, y cuya luz ha llegado a nosotros para ser propagada.
Estas Navidades en casa ya luce la Luz de Belén desde hace días junto a la chimenea. Procuraremos que no se apague. ¡Feliz Navidad!

martes, 9 de diciembre de 2014

Laboratorios de vida

Cada vez me fío más de mi corazón. Últimamente no falla. Sabe encauzar el ser super-racional que he sido. Por eso le hice caso este verano: debíamos conocer O Couso, a pesar de los argumentos racionales (desviarse 400 km de la ruta y menos días de vacaciones para otras cosas). También me preocupaba la reacción de los niños y las reticencias de mi mujer, que huye, con mucha razón, de adoctrinamientos, de gurús, y de iniciativas que encorseten la libertad personal. Por eso, cuando los cinco abandonamos O Couso con esa felicidad y ese pellizco en el corazón, sabíamos que ahí había ya parte de nuestra vida.
Hay muchas personas que en estos meses transcurridos nos han preguntado por qué es tan especial O Couso. El sitio y el entorno son maravillosos. La cercanía con el Camino de Santiago lo hace especial. Pero va mucho más allá de eso. Para nosotros es un "laboratorio de vida". Estamos convencidos de que el ser humano necesita evolucionar. Ya no nos vale que nuestra vida gire en torno a unos horarios laborales en un trabajo alienante. No nos vale vivir por y para pagar una hipoteca. No nos vale ese alejamiento de la naturaleza y de la magia que habita en ella. No nos vale ese aislamiento en el que vivimos rodeados de personas. No nos vale una vida vacía llena de cosas materiales. Necesitamos algo diferente a eso. Y en esa búsqueda, resulta crucial contar con referencias. Iniciativas que te indican un rumbo en el que se saborea plenitud, alegría y unidad. Laboratorios que indaguen en la esencia de la existencia, y que te den cucharas de autenticidad para darle un sentido verdadero a tu vida. Un sentido que pasa por una mayor atención a tu ser interior, a la naturaleza y a nuestros hermanos los animales, y al trabajo "codo con codo" con el prójimo, por muy diferente que sea.
No es momento de esperar a que alguien "nos saque de ésta". Es momento de coger las riendas de nuestras vidas con responsabilidad, y apostar por aquello que nos hace de verdad felices. Por eso nosotros hemos decidido apostar por nuestro "laboratorio de vida". Sabemos que uniendo pequeños gestos de mucha gente, se pueden alcanzar grandes logros. Y hemos querido compartir nuestra vivencia personal junto a la de otras personas. Hemos grabado un vídeo con nuestro testimonio y hemos creado una campaña de crowdfunding para impulsar nuestro "laboratorio". Te invitamos a ver el vídeo, participar en la campaña, y difundirla en todos tus entornos:
Estamos convencidos de que tendrá tanto éxito como cuando hicimos algo similar para la Casa de Acogida de Alozaina.
Otra forma de vivir es posible. No nos resignemos. Nuestros pequeños gestos, unidos, pueden lograrlo. Es momento de HACER DE UN MUNDO BUENO, UN MUNDO MEJOR.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Platos rotos

"¡Eso no se hace!"..."¡Eso no se dice!"...."¡Castigado al rincón!"....
Los que somos padres, quizás con demasiada frecuencia, nos identificamos tanto con nuestro papel de progenitores, que nos acabamos obsesionando con lo de "enseñarles a vivir". Y sin duda, nos perdemos con ello el gozo de ser compañeros de viaje de nuestros hijos.
Hace unos días andábamos recogiendo la cocina después de almorzar. Cada uno tiene su pequeña tarea, y a mi Pablo le tocaba organizar el lavavajillas. Con sus 13 años en pleno apogeo de hormonas, suele estar a mil cosas a la vez, y esa falta de concentración le juega malas pasadas. Ese día, en plena recogida de la mesa, de repente atronó la cocina. Fuimos toda la familia corriendo temiéndonos lo peor, y nos encontramos toda la vajilla desparramada por el suelo y un buen número de platos rotos. No había heridos, pero sí un pequeño desastre casero. Logré dominar mi enfado inicial. Pero cuando él se enfrascó en todo tipo de explicaciones surrealistas sobre la bandeja del lavavajillas andando sola a sus espaldas, no pude evitarlo e impuse mi papel de padre. ¡Debía ser responsable y centrarse en hacer bien sus tareas, en lugar de buscar excusas absurdas para justificarse! Me indigné mucho con él, no lo pude evitar.
Hace unos días mi mujer y yo recogíamos la cocina. Hablábamos tranquilamente y en un momento de la conversación me día la vuelta para dirigirme a ella. De nuevo la cocina atronó. No hubo platos damnificados, pero sí un nuevo desparrame de vajilla por el suelo. Lo que mi hijo me había dicho no había sido un argumento surrealista: ¡aquella dichosa bandeja se deslizaba sola, y estaba dispuesta a darme una buena lección!
Me sentí fatal. Él no estaba y ni se enteró del incidente, pero claramente no podía quedar ahí. Cuando volvió a casa después de hacer deporte, le pedí perdón por la injusticia que había cometido con él. Pedir perdón entre adultos es como desnudarse, y pareces quedarte a merced del ofendido. Sin embargo mi hijo es el ser más noble que conozco y con su corazón de oro ni titubeó. Entendió mi "metedura de pata" y me abrió su corazón sin reproches, aclaraciones, o frases del tipo "ya te lo dije". Un fuerte abrazo y un beso enorme arreglaron los platos rotos.
La vida, ¡qué sabia!, volvía a recordarnos nuestro papel de compañeros de viaje.
¡Qué curativo resulta un perdón sincero entre dos seres que se quieren!