sábado, 16 de marzo de 2024

La mirada de aquella chica

Puede sonar a la Prehistoria. Y si suena así es porque realmente lo es: mi pre-historia. Pero a pesar de la cantidad de años transcurridos, hay cosas que nunca se olvidan. Un olor, una frase, un paisaje, unos andares, un pastel tomado en el césped de un parque, aquella chica... Lo de aquella chica tiene para mí un día y un lugar muy concretos: 30 de julio de 1987, Portland Street, Exeter. ¿Qué hacía yo en en la capital del condado de Devon, al suroeste de Inglaterra, recién cumplidos los 15 años? Había estado varias semanas practicando inglés con una familia de Cornwall. Y aquella ciudad de Exeter y aquella casa de Portland Street eran el punto de encuentro de muchos de los chavales de aquel programa de idiomas, desperdigados por distintas familias de acogida de la zona, y desde allí se organizaban los autobuses para el aeropuerto de Londres y el posterior vuelo a casa. Aquel 30 de julio me dijeron que venían dos hermanas más. Y a pesar de que, como monitor, pocas ganas tenía yo de que siguiera llegando más gente, cuando el coche que las traía las dejó en la puerta, me pareció que mi deber era acercarme, saludar, y ofrecerme a ayudar con el equipaje. La respuesta de una de las dos chicas me dejó planchado. "¿Qué pasa: que no tengo yo manos para coger la maleta?" No sabía ni dónde meterme. ¿Se podía ser más "borde"? ¡Qué largos se me iban a hacer los días siguientes hasta coger mi avión!, pensé yo...    

Poco podía imaginar que pasados unos días de aquella entrada triunfal, acabaría haciéndome íntimo amigo de aquellas dos hermanas. Y que bastantes meses después, empezaría a "salir" con aquella chavala que me dio el "corte del siglo" tras mi ofrecimiento con su equipaje. Cosas del destino, imagino. Aunque poco esperanzadora se antojaba aquella relación ante semejante "flechazo" inicial. Y menos aún cuando un día, tras varios meses de noviazgo, me reconoció sin tapujos que no se había percatado hasta entonces del color de mis ojos. ¿¿¿Cómo??? Lo del equipaje tenía un pase, ¿pero que ni siquiera se hubiera fijado en mis ojos azules durante todos esos meses? ¡Pero si en esas edades es en lo que te fijas del chico o la chica que te gusta! De sus ojos, de su apariencia física, de sus habilidades deportivas, de sus resultados académicos....¡Pues no! Con aquella chica nada de eso funcionaba. Pero vamos, no es que no funcionara: ¡es que no le prestaba ni la más mínima atención!...Menuda "cura de humildad" para mi autoestima y mi ego. Yo que me había tragado lo las películas de Hollywood, y ese arquetipo del "chico encuentra a chica", se enamora de su mirada y su sonrisa, le pide salir, y ella le dice que "sí", abrumada por sus ojos claros y por sus dotes en el baloncesto... Aquello que estábamos viviendo no había por dónde cogerlo a la luz de ese paradigma "peliculero", la verdad. Y sin embargo parecía funcionar. Aunque debo admitir que, durante años no he entendido muchas cosas de todo aquello, y como buen "cuadriculado mental" y "cateto espiritual" que era, siempre preocupado por el "qué dirán", preferí no hacerme algunas preguntas. Preguntas que casi 40 años después han empezado a tener respuestas para mí ahora, que soy aprendiz de casi todo.

Lo de la sonrisa perpetua y lo de la mirada de aquella chica, poco tenían que ver con patrones estéticos. O mejor dicho, eran una plasmación en forma física de algo subyacente que yo intuía, pero que iba más allá de la belleza superficial. Era como si aquella sonrisa sin fin evidenciase una alegría profunda del ser, una independencia y libertad absolutas frente a lo que pudiera suceder a su alrededor, y una ausencia total de victimismo. Aún recuerdo mi perplejidad cuando ella me decía que estábamos solos en el mundo. Pero no que ella y yo estábamos juntos pero solos frente al mundo. No. Que ella estaba sola en el mundo. Y que yo estaba solo en el mundo. Y yo, pobre "mentecato", pensaba para mis adentros: pero entonces, ¿para que nos hacemos novios? ¿No dicen las canciones, las pelis y los libros que hay que buscar la "media naranja"? Pues no. Hoy sé que el amor no va de buscar a alguien que te complete. No va de necesitar a nadie para ser feliz. No va de poner en el otro tus esperanzas de felicidad. Tú debes ser pleno/a y completo/a por ti mismo/a. Tú debes ser feliz e irradiar luz. Debes quererte con locura. Sí. Tú a ti mismo primero y por delante incluso de tu pareja. Y luego, se trata de compartir con esa pareja esa plenitud. De eso hablaba la sonrisa de aquella chica. ¿Cómo vas a dar amor y alegría si no te quieres a ti mismo, y vas mendigando para que te den amor y cariño por ahí, como por desgracia sucede hoy día con tanta frecuencia? Aquella alegría permanente y a contracorriente de aquella chica hablaba de verdades de la vida que yo no entendía, pero que desarbolaban todo lo aprendido hasta entonces. Su rareza y escasez la hacían única.

LoganArt en Pixabay
Y si lo de su sonrisa era "heavy", lo de la mirada era el "apaga y vámonos". No es que fuese una mirada que transmitiese misterio, sensualidad o ternura en plan "telenovela". No se trataba de lo que causaba a su alrededor aquella mirada al observarla. Lo extraordinario no era la armonía, hermosura o contemplación artística de aquella mirada. No. Todo eso se refiere a lo externo, al envoltorio, a la apariencia. Era precisamente cómo miraba, cómo percibía lo que la rodeaba. Eso era lo revolucionario, lo que la hacía única. Porque por primera vez en mi vida, conocía a alguien que miraba sin prejuicios, sin etiquetas, sin condicionamientos. Pero de forma radical. Y no es fácil ser contemplado por una mirada así, cuando has vivido en el mundo de las etiquetas, de lo que hay que hacer, o de lo que todo el mundo espera. Sólo años después he entendido que una mirada desprejuiciada así lo remueve todo. ¿Cómo iba a tropezar aquella chica en estereotipos como los de "tío bueno", "cachas", "con ojos azules" o "empollón"? ¿Cómo iba a entrar su mirada en el juego del "galán que te ayuda a llevar la maleta, porque tú, pequeña damisela, eres demasiado frágil para ello"? Mirar el mundo así, sin prejuicios de ningún tipo, colocándonos a todos en el mismo nivel, ahora que lo pienso, si fuese generalizado, sería probablemente uno de los requisitos para que este mundo se curase. Porque estamos en plena guerra de etiquetas, de bandos y de narrativas. Y por el contrario, esas son miradas que van a lo esencial, que es lo que nos une, y no van a lo anecdótico, que es lo que nos diferencia: ser de la creencia X o del partido Y; defender a Ucrania o a Rusia, a Israel o a los palestinos; ver bien o ver mal la amnistía del Gobierno; defender las vacunas Covid o denunciar sus efectos secundarios, etc. Pero muy pocos están preparados para una mirada así. Incluso en la época de Jesús de Nazaret, imagino que le pondrían "a parir" cuando su mirada de la realidad le llevase a juntarse con prostitutas, corruptos y recaudadores de impuestos, porque para él era secundario que lo fueran, y simplemente veía en ellos a personas. Y no hay que irse atrás veinte siglos: a Pablo D´Ors, sacerdote católico, le llovieron centenares de críticas el año pasado simplemente por felicitar la Navidad con una tarjeta de Jesús abrazando a Buda. Mirar a los otros sin prejuicios y sin etiquetas es hoy un deporte de riesgo. ¿Qué puede hacer una mirada como esa en un mundo como este? Probablemente crear un mundo diferente para vivir. Hacernos a todos parte de un UNO universal, y derribar los muros y fronteras que nos separan. 

Quizás tenga mitificado aquel primer amor de juventud. Puede ser. Pero aquella chica estaba conmigo no porque yo tuviera los ojos azules, porque fuera deportista, porque sacara buenas notas o porque tuviera esto o pensara lo otro. Estaba conmigo por la esencia que veía dentro de mí y porque había decidido compartir conmigo aquel momento de la vida. Punto. Por eso aquella mirada de aquella chica jamás se me podrá olvidar. Porque escasean las miradas desprejuiciadas, aunque nos dejen "fuera de juego" en los paradigmas de ego e identificación en que siempre andamos enredados. Colocarse ante una mirada así te obliga a ser tú mismo, porque no valen los "posados" ni los "roles", ni tampoco se entra en el juego de las medallas, los celos o el chantaje.

No sé por dónde andará hoy esa chica ni qué será de ella, tras todos estos años. Es broma. Sí lo sé. Duerme junto a mí cada noche. Comparto con ella tres hijos maravillosos. Y sigo siendo el "fan" número 1 de esa chica. Y aquella mirada me sigue interpelando hoy para mirar más al fondo y no quedarme en la carcasa o en la superficie de las cosas o de las personas. A esa mirada le impresionan menos mis logros profesionales o mi cargo de jefe de hacienda que verme desbrozando hierba en el campo con mi viejo mono azul. Y por suerte, esa mirada sabe leer como nadie los renglones a veces torcidos de este mundo. Por eso es un regalo único compartir vida con esa mirada de la Vida. 

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sábado, 10 de febrero de 2024

Carcajadas de madrugada

Soy de esos tipos raros que no sufren madrugando. Lo confieso "señoría". No es que lo disfrute, pero tampoco lo sufro. Me pasa incluso en vacaciones. Ya de pequeño me levantaba temprano para leer cómics de Tintín. Cuestión de biorritmos, imagino. Pero desde hace siete meses la cosa ha cambiado. Ese inconfesable placer que siento en los amaneceres, se ha convertido en una insufrible tortura. Y la culpa no es del cha-cha-cha. La culpa es de la ducha-cha.

Desde el pasado mes de junio, nuestra comarca sufre graves restricciones de agua. La lluvia nos tiene bastante olvidados por aquí. Y desde la hora de acostarse hasta que la gente empieza a despertarse, ni gota. Aunque ha habido semanas en que los cortes superaron las 12 horas diarias. No entro en las decisiones u omisiones que nos han llevado hasta aquí. Mejor no. Pero lo cierto es que allá tú si te toca madrugar. Como a mí, a las seis de la mañana. En ese caso "apáñatelas" como buenamente puedas. O cambias de costumbre y te duchas en la tarde-noche anterior, o si llegas tarde a casa, sudas mucho durmiendo o simplemente te ayuda a espabilarte la ducha mañanera, tendrás que iniciarte en esa liturgia diaria que yo ya llevo casi 8 meses practicando.

Fifaliana-joy en Pixabay
Todo empieza la tarde del día anterior. Lleno el cubo blanco con unos 5-6 litros de agua para el inodoro. Por si acaso. Lleno el cubo negro con otros 5-6 litros de agua para la ducha. Lleno una botellita en el lavabo para las manos y los dientes. Y lleno el hervidor de agua con 1,8 litros que hervirán muy tempranito para unirse al agua fría del cubo negro y proporcionarme justo la temperatura adecuada para que, "cacito a cacito", cada mañana disfrute de una frugal ducha. Nada de empachos mañaneros. Apenas 7-8 litros de agua para estar limpito, pelo incluido. No muy placentero realmente. Y desde septiembre-octubre, la "rasquilla" tempranera provocando algún que otro tirite, la verdad. Por eso el placer de madrugar ya no lo es tanto, con estas cortapisas en el aseo.

Sin embargo el jueves pasado sucedió un milagro. No, no exagero. A esas horas también suceden milagros, si estás dispuesto a prestar atención. Bajaba yo las escaleras pletórico de legañas y bostezos, dispuesto a activar mi querido hervidor de agua cuando, como cada mañana, probé suerte, por si caía alguna gota del grifo. Aún no sé por qué lo sigo intentando tras tantas negativas diarias de mi querido grifo. Cuestión de costumbre, imagino. Pero, ¡bingo! Ese jueves estaba destinado a ser memorable. Aún no sé qué sucedió. Y poco importa, la verdad. Quizás el operario que tenía que abrir el agua esa mañana tuvo que hacerlo antes. O quizás el que la cortaba por la noche, se quedó dormido y no lo hizo. Pero ese jueves ¡caía agua del grifo a las 6 de la mañana! La liturgia del hervidor, del cubo blanco, del cubo negro, de los cacitos, y de la botellita del lavabo se podían ir a "hacer gárgaras" ese jueves. Esa mañana tocaba una "señora ducha". "Como Dios manda".

Me metí debajo de aquel maravilloso caudal de agua caliente, y juro que me reí a carcajadas. Sí, a las 6 de la mañana uno puede reírse a carcajadas. En realidad cualquier hora del día es buena para reírse a carcajadas. Y viendo por qué me reía, inmediatamente pensé que no hay motivos especiales para reírse a carcajadas. O que todo, absolutamente todo, es un motivo para ello. Quizás tan sólo vivir. Quizás simplemente ser consciente de la suerte que tienes. Quizás darte cuenta de que es un auténtico privilegio ducharte cada mañana, aunque sea con cubo y cacito. Y que si te ducharas a otra hora, tendrías agua caliente y en abundancia a tu disposición, como millones de personas no tienen.

También pensé esa mañana (porque las 6 de la mañana, por si alguien se anima, es la mejor hora para pensar) que en el fondo me reía a carcajadas porque algo cotidiano que damos por sentado, se había ausentado de mi vida durante meses, y por un día volvía a recuperarlo. ¿Cuántas cosas que tenemos a diario dejamos de apreciar porque pensamos que siempre estarán ahí, que nunca nos van a faltar, y que casi es obligatorio tenerlas o un derecho intrínseco a nuestra existencia? Y si hablo de cosas o momentos, ¿para qué decir de las personas? ¿Somos conscientes de que ese padre, esa madre, ese hijo o hija, ese marido o mujer que adoramos, y que damos casi por sentado cada día, puede que un día no esté? ¿Qué daríamos cuando ya no esté por volver a estar con esa persona, aunque fuesen 10 minutos de un jueves cualquiera? ¿No reiríamos a carcajadas pensando lo tontos que fuimos de no reírnos a carcajadas cada instante que estuvo con nosotros?

Yo lo dejo ahí. Que cada uno se duche cuando quiera, pueda y le dejen. Pero sobre todo, que cada uno sea consciente de que la vida es eterna, pero sólo mientras dura. Y que hasta la ducha que nos acompaña a diario, puede faltarnos para recordarnos lo afortunados que somos. Por eso ríete a carcajadas todo lo que puedas. Ríete de puro agradecimiento por vivir, y por todo y todas las personas que puedes disfrutar en esta vida.


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sábado, 27 de enero de 2024

Los viejos rockeros

Hay quien nace con música en las venas. Hay quien tiene el ritmo en la piel. Y hay también quien toca de oídas. Algunos, incluso, son sordos de un pie. Otros bailan al son que otros tocan. Hay expertos en improvisar. Algunos pocos, oídos sordos. Y otros cuantos los afinan más. Algunos llegan a "DJ" de sus vidas: no son muchos, pero los hay .

Pexels en Pixabay

No. No hablo sólo de música. Hablo de vida. De envejecer. Y la vida es como la música. Para algunos fluye por dentro como una canción inaudible. Pero para otros se convierte en una sinfonía silenciosa, llena de notas sombrías, fugaces o incluso invisibles.

Pero el amor a la música se entrena. Como pasa con la vida. A veces se hace preciso hacer una pausa en la melodía, cambiar de tonalidad, o incluso buscarse otra partitura. Sí. También en la música. Otras veces, se hace preciso bailar como si nadie estuviera mirando. A tu rollo. Sobre todo cuando la canción que ponen una y otra vez se hace insoportable. Sí, también pasa lo mismo con la música.

Es cierto que algunos llevamos la "marcha" en la sangre, y disfrutamos cualquier "sarao" que la vida ofrece, más que un cantante de ópera en una montaña rusa. Pero por muy "rockeros" que seamos, debemos estar en armonía con la vida. Y es preciso darse cuenta de que a medida que envejeces, conviene cambiar algo el estilo musical, para no desentonar, descubriendo nuevas armonías, y maravillándote ante cada nueva fase como un verso inesperado.

Atrás quedaron los grandes conciertos, los grandes auditorios, y los largos viajes por carretera con todo a cuestas. Atrás quedaron la firma de autógrafos, los chillidos de los fans y las giras interminables (televisión, campañas solidarias, pequeñas revoluciones, crowdfunding, libros, reivindicaciones, lucha contra injusticias...). Pero ¿qué más da que todo eso haya ya pasado? ¿Acaso eso era la música que llevabas dentro o sólo algunas de las manifestaciones de esa música?

Probablemente nos pase como a esos rockeros que envejecen, cuya música se vuelve más introspectiva, como si fuera una balada que resuena con las lecciones aprendidas. Probablemente es tiempo de conciertos en penumbra, sin apenas público, en salas muy pequeñas. Disfrutando cada acorde como si fuera el último, en un eterno presente. En este nuevo escenario, los viejos rockeros disfrutamos de notas más suaves, pero cuyo impacto en quien las oye es mayor, quizás por haber vivido ya cada estrofa de cada canción. Es como si en cada acorde nuevo encontrásemos una versión más profunda de nosotros mismos, viejos rockeros que se reinventan con cada compás.

Por eso nuestras melodías hablan hoy de paraísos terrenales, del vaciamiento interior, de sistemas donde la persona es el centro, de alimentos sanos, del disfrute de la vida, de las historias que nos montarmos en la cabeza, de si encajamos o no en este mundo, de los puntos y aparte, de entrenar la mirada, de no montarse películas, de prepararse para lo que llega...

Sin duda el público cambia, como los escenarios. Pero la música no deja de  sonar. Como si cada arruga contara una historia que sólo el tiempo puede contar. Quizás por eso dicen que los viejos rockeros nunca mueren. Porque con los años, no es la música la que habita dentro de nosotros: somos nosotros los que nos hacemos música.


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viernes, 15 de diciembre de 2023

Elogio al disfrute (2ª parte)

"Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones". Esta es una de las primeras frases de El Principito. Una verdad como un templo. Porque ciertamente a los adultos tienen que explicárnoslo todo. Vemos un simple sombrero donde realmente hay toda una serpiente boa digiriendo un elefante. ¿Cómo hemos podido perder esa capacidad de ver más allá? ¿Dónde quedó la magia de nuestra mirada? ¿Qué le sucedió a nuestro don para maravillarnos ante lo más pequeño e insignificante? ¿Cómo caímos en esta desgana y este abatimiento? ¿Qué le pasó a ese innato súper-poder que todos los niños traen para el disfrute?

"El Principito"
Es curioso. Pero a raíz de nuestro último post hemos recibido muchos comentarios y mensajes por privado. Muchos más de los habituales ¿Por qué? ¿Quizás porque echamos de menos disfrutar más de la vida en medio de tanta mala noticia, de tanta queja, de tanta zozobra e incertidumbre aparentes? ¿Puede que sea porque nos gusta asomarnos a esa ventana de lo ajeno, como cuando vamos a un restaurante y estamos más pendientes de fotografiar y subir a instagram nuestro plato que de saborearlo? ¿Podría ser porque tenemos miedo al disfrute?  ¿O quizás se deba directamente a que nos recuerda a cuando disfrutábamos de pequeños, antes de hacernos unos responsables (y amargados) adultos?

La simpleza de “vivir” se pierde en las complejidades de la vida moderna. Incluso en los entresijos de "palabrejas" que nos etiquetan, porque dando un nombre a todo pensamos que habrá remedio. Como esa de la "querofobia", que muchos dicen tener cuando temen ser felices, pensando que después de un momento de disfrute pasará algo trágico, porque dicen que la felicidad es efímera y hay que protegerse frente a lo malo que pueda venir después. Y mientras tanto, la vida pasando delante de nuestra "narices". Y el disfrute también. Algo impensable para un niño, para el que el disfrute es lo primero.

¿Quién se detiene hoy día para sentirse interpelado por un cuento o una fábula, como cuando de pequeños nos tirábamos horas saboreándolos en nuestra imaginación tras escucharlos. Esta semana me encontré un cuento zen que va "al pelo" de todo esto: "Un hombre que cruzaba un campo se encontró con un tigre. Huyó y el tigre corrió tras él. Al llegar a un precipicio cayó en él pero pudo agarrarse con las dos manos a una raíz y quedó colgando del borde. El tigre le olisqueaba desde arriba gruñendo. El hombre, tembloroso, bajó la vista y vio que muy abajo, al fondo del precipicio, otro tigre aguardaba para devorarle. Sólo la raíz lo sostenía. En ese momento dos ratones, uno blanco y otro negro, se pusieron a roer poco a poco la raíz. Al mismo tiempo el hombre vio una suculenta fresa silvestre cerca de él. Aferrándose a la raíz con una sola mano, arrancó la fresa con la otra y se la metió en la boca. ¡Qué sabor tan dulce tenía!". Pues eso.

Imagen de "El Principito"

¿Qué nos pasa? ¿Cómo nos es indiferente algo tan básico de la existencia humana como el disfrute, cuando casi antesdeayer era la base de nuestra vida? León Gieco, en su famosísima canción, le pedía a Dios unas pocas cosas. Quizás habría que añadirle una estrofa más:
"Sólo le pido a Dios
Que el disfrute no me sea indiferente
Que en el devenir de días y de horas,
la alegría sea mi guía permanente"

El disfrute implica que nos metemos de lleno en la realidad. Que somos capaces de ver más allá de la tela de ese aparente sombrero, de meternos en él, y deleitarnos con esa prodigiosa boa y su enorme presa. Que comulgamos con esa realidad. Que en cierto modo, nos hacemos uno o una con la Vida. Sea lo que sea. Así de simple:

Es partirse de risa ante cualquier "bobada".

Es el tacto suave del ser querido cuando te abraza en la puerta de casa.

Es un edredón compartido y el calor que nace de las pieles contiguas.

Es la complicidad juguetona del perro del vecino cuando te acompaña en una caminata mostrando su gratitud porque le has dado de comer.

Es compartir una película en familia, amontonados en el sofá, sabiendo que dará para horas de conversación. O un "conti" en la playa en un atardecer en El Morche.

Es el ruido ensordecedor de cada comida cuando estamos todos en casa. O los silencios eternos cuando vamos cogidos de la mano.

Es cuando todos cantamos haciendo el "tonto" en un viaje en coche. 

Es una conversación profunda en una sobremesa o tras un desayuno.

Es divisar África desde la casita de campo en un día despejado.

Es observar a Mey mientras le habla a sus plantas.

Es contemplar el paso del tiempo, y sentir que estás más cerca de lo que te trajo a este mundo y de ser tú mismo.

Fue el abrazo de ayer a Pablo en el aeropuerto tras meses de estudio, igual que a Samuel el próximo lunes .

Y serán los audios, las fotos y las videoconferencias cuando vuelvan a irse y sigamos conectados sin que haya distancias.

Sí. Así es. Cosas de niños. 

Antoine de Saint-Exupéry decía también en "El Principito" que "lo esencial es invisible a los ojos". Pero como pasa con el sombrero y la boa, en realidad lo que sucede es que lo esencial es visible, muy visible, pero no lo vemos. Porque somos incapaces de meternos de lleno en la realidad. Lo esencial no es lo que esté detrás de nuestros ojos: es lo que está delante. El problema no lo tiene la realidad, lo tenemos nosotros y cómo tenemos entrenada nuestra mirada. Y parece invisible, pero está ahí, al alcance de la mano, en lo más sencillo. 

Porque disfrutar no es dejar de ser responsable. Disfrutar no es ser poco realista. Disfrutar no es estar en las nubes. Disfrutar es lo que te recuerda la suerte de estar vivo o viva...mientras lo estés. Sé que a los adultos esto nos cuesta entenderlo, y que es casi un misterio para nosotros. Pero ya sabéis lo que se dice también en El Principito: "Cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer".


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sábado, 2 de diciembre de 2023

Elogio al disfrute

Tras más de una década escribiendo en este blog, hoy debemos realizar una importante rectificación. Tan importante, como que probablemente pone en entredicho algunas de las prioridades que hemos compartido en estos más de once años y medio de complicidades y confidencias. Quizás fue un exceso de consideración. Puede que miedo a parecer insensibles. Una empatía mal entendida. O quizás nos pudo el pudor. Pero lo cierto es que no quisimos (sí, porque fue algo muy consciente) expresar en toda su intensidad una de nuestras principales señas de identidad como familia. Eso que hace que los niños digan que somos "una familia muy 7", hablando de eneatipos: unos auténticos "motivados de la vida".

Samuel con 2 años
Durante años, y en muchas circunstancias, nos hemos abstenido de compartir miles de pequeños momentos que constituían lo que realmente da sentido a la vida. Quizás porque veíamos a nuestro alrededor a gente sufriendo, pasando "fatigas", padeciendo miedo e incertidumbre de modo insoportable para ellos. ¿Cómo podíamos explicitar todo lo que, sin embargo, nosotros estábamos viviendo? ¿No era en el fondo una falta de delicadeza y de tacto hacia esas personas, que soportaban situaciones así? Por eso nos retuvimos. Por eso nos aguantamos. Por respeto, por consideración y por no parecer indiferentes. Matizando mucho, retrasando su relato o incluso omitiendo esas vivencias. Pero ahora creemos que pudo ser un error. Y por eso rectificamos.

Dice Pablo D´Ors que hay tres verbos que son los que dan sentido a la vida. En el "cole", cuando éramos pequeños, nos explicaban que hay tres conjugaciones para los verbos: las de aquellos cuyo infinitivo acaba en AR, las de los que acaban en ER y las de los que acaban en IR. Pues bien, también hay tres conjugaciones para la vida, representadas por tres verbos. Descendentemente, la primera es la del verbo SERVIR, que es el que hace que nuestro sentido y vocación se dirija hacia los demás, hacia fuera, hacia el prójimo. La segunda es la del verbo CRECER, que es la que enfoca nuestra existencia hacia la evolución interior, hacia la conexión con el TODO, la que nos hace sentirnos UNO con el Universo, y la que impulsa el descubrimiento de la parte divina que habita en todos nosotros. "Servir" y "Crecer" han sido dos grandes ejes sobre los que hemos compartido muchos de nuestros posts en estos años. Pero ¿cómo conjugar los dos verbos anteriores? ¿Cómo saber que vamos por el buen camino? ¿Qué indicador tenemos para saber que no nos estamos equivocando? Pues por la tercera conjugación de la vida: la del verbo DISFRUTAR.

Pablo, 2021

Por mucho que nos empeñemos, el mundo no está para que lo cambiemos. Está para que lo acojamos, como el regalo que es, y lo disfrutemos. Y si no disfrutamos, estamos perdidos. Pero perdidos, de verdad. Porque el disfrute es el verdadero indicador de que vamos por el buen camino. De que no nos estamos desequilibrando, ni por exceso ni por defecto. El disfrute ayuda a encontrar el punto medio, el punto de equilibrio. En el "servir", evitando que caigamos o en descuidarnos a nosotros o en descuidar a los demás. Y en el "crecer interior" evitando que nos ensimismemos o aislemos del resto, o que ni nos aguantemos a nosotros mismos. Por eso es crucial disfrutar y contagiar disfrute. Por eso no hay nada como ver a un niño o a un perro disfrutando en la playa, corriendo, saltando y "flipando". Y por eso no podemos dejar de hacer apología, exaltación o elogio del disfrute. Porque es el que nos va a dar la clave de que estamos conectados con la vida, fluyendo con ella. Y cuando disfrute, servicio y crecimiento interior van de la mano, en armonía y equilibrio, se acabaron los tabúes sobre el placer o el gozo en todo, incluso en el sexo. Todo forma parte del gran regalo de la vida. Porque a fin de cuentas, la llave para disfrutar de la vida es aceptar cada situación tal como es y hacer lo mejor con lo que tienes.

Eva, 2021
Nuestra hija Eva no lo pudo expresar mejor durante la pandemia. En aquellos meses de zozobra, de miedo generalizado, y de estrictos confinamientos, mascarillas y pinchazos, ella no paraba de decir que estaban siendo los mejores días de su vida. ¿Cómo íbamos a extendernos mucho hablando de ello en el blog en aquellos momentos? Hubiera parecido una herejía. Sin embargo, no había nada más auténtico que su disfrute entre tanto sinsentido. Estaba riendo, gozando, aprendiendo y exprimiendo la vida a cada minuto en aquella familia extendida de ocho en que nos convertimos durante meses. Por supuesto que era incómodo compartir el poco espacio que teníamos entre tanta "peña". Por supuesto que todo era más ruidoso. Y por supuesto que había inquietud ante tanta noticia alarmante. Pero ¿y aquellas comidas interminables? ¿Y aquellas tertulias apasionantes? ¿Y aquellos relatos de lugares lejanos? ¿Y las sesiones de cine apiñados en el sofá? De eso va el disfrute.

Mey, 2021
A Mey se le acercaron el pasado jueves un grupo de estudiantes a la salida de clase. Todos ellos eran adultos. Y venían a darle un mensaje: tras estos primeros meses de curso, jamás habían conocido a nadie que disfrutase tanto de su trabajo como ella. Desbordaba entusiasmo y energía en cada sesión. Y eso les contagiaba para involucrarse no sólo en el aprendizaje del idioma, sino en superar sus zonas de confort y sus creencias limitantes. ¿Os imagináis lo que sería de este mundo si todos pudiéramos desparramar ese disfrute en nuestros respectivos trabajos? ¡Sería la "leche"!

En casa no somos buceadores profesionales. Ni mucho menos. Pero una o dos veces al año vamos a algún lugar especial para hacer snorkel, como la playa de Rijana o este año el Gran Arrecife de Coral. Y cuando lo haces tan esporádicamente, sumergirte en aguas plagadas de vida, de miles de peces de colores o de corales y algas que derrochan belleza, te transporta a este sentido del disfrute. Es como adentrarte en otro mundo viviendo en éste, porque te introduces y fluyes con ese mundo que tu "día a día" casi te hace olvidar. El disfrute te invita a otra visión del mundo que ya habitabas, pero al que habias dado la espalda. Simplemente haciéndote uno con esas aguas o esa vida que te acoge. 

Torrox, 2023
Seguro que habrá algún avezado lector o lectora que piense: "sí, claro, pero a veces la vida trae calabazas, y en esos momentos, pocas ganas de disfrute le quedan a uno/a".  Tan sólo recordar ahí, lo que decía Charles R. Swindoll: "La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos ante ello". Quizás incluso esas calabazas sean una buena llamada para observarnos y replantear cómo reaccionamos ante ellas, y si entre calabaza y calabaza hay espacio para algún que otro disfrute.  

"El Cielo se ha pensado para disfrutar todo lo que, por tontos, no hemos disfrutado en la Tierra". Cuando estas palabras las pronuncia un sacerdote católico como D´Ors, su fuerza es aún mayor. Porque quizás la vida no es un valle de lágrimas, como tantas veces hemos escuchado. Quizás no se trata de "ir tirando", como se suele responder cuando te preguntan cómo estás. Y quizás debamos salir de la espiral permanente de "la que está cayendo", y crear nuestra propia realidad. Una realidad bien cargadita de disfrute hasta los bordes. Toca zambullirse en el disfrute más profundo. Porque nos lo merecemos. Porque ese es uno de los motivos por el que existimos.

PD: Prometemos que habrá más disfrute de aquí en adelante en este blog ;)

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sábado, 18 de noviembre de 2023

Ironías de la vida tomando alguna bebida

Ya he perdido la cuenta de las preocupaciones que debería tener. Arrimar el oído en tu bar o cafetería de confianza mientras te tomas algo es hoy un deporte de riesgo. Valgan unos cuantos ejemplos de conversaciones que he presenciado esta misma semana:

Foto de StockSnap en Pixabay

-Mi presentador favorito dice que lo de la amnistía amenaza peligrosamente mi convivencia democrática. Dice que es todo un golpe de Estado, aunque yo no entienda muy bien de lo que habla. Y lógicamente me indigno. Tanto como para salir a la calle, portando la bandera del Mundial, a defender el Estado de Derecho, aunque no tenga muy claro qué es exactamente eso. Pero mi presentador favorito sí que lo sabe perfectamente. El presentador favorito de mi vecino le dice que es una oportunidad histórica para superar conflictos del pasado, que es momento de defender la pluralidad del país, y que nada de "donde dije digo, digo Diego". Mi vecino, aunque tampoco se aclara mucho, lógicamente, le hace caso también. Por eso, mi vecino y yo ni nos miramos en el ascensor. Al menos hasta que nuestros presentadores favoritos se pongan de acuerdo en algo, como hicieron cuando lo del pinchazo en el brazo. Ahí mi vecino y yo sí que hacíamos "piña". Aplaudíamos "a rabiar" a las ocho. Y gritábamos como "descosidos" desde el balcón a los que sacaban el perro a pasear con demasiada frecuencia.

Foto de Surprising_Shots en Pixabay

-No sé cómo la gente no espabila. ¡Con la que está cayendo! Si hasta escuché esta mañana que este 2023 ha sido el año más cálido desde el inicio de los tiempos. ¡Qué barbaridad! ¡Y que la gente no se dé cuenta! ¡Despertad, hombreeee! Que como no hagamos algo, nos acercamos al Armageddon... Creo que debería ser obligatorio saber en qué se gasta la gente los "cuartos", y al que se pase de viajar en avión, de comprar filetes de cerdo en el "súper", o de llenar de diésel el depósito constantemente, que le penalicen o le corten el "grifo". ¡Hombre! ¡Tanto CO2, tanto CO2! Menos mal que por ahí van los tiros con lo de la identidad digital europea que acaban de aprobar. ¡A ver si esta gente de la Unión Europea, que son los que de verdad saben, ponen a la gente "en cintura" y controlan lo del calentamiento global y de paso a los que trafican con los datos personales, hombre!

Foto de Glidagida en Pixabay

-El otro día, esperando a los niños en la puerta del colegio, oí "de refilón" que estaba negociándose un Tratado de Pandemias, impulsado por la OMS. Y que si se aprobaba en mayo de 2024, los países cederían su soberanía en materia de salud, de modo que sería la OMS la que tomaría las decisiones de obligado cumplimiento por todos, en plan "Gobierno Mundial". Dudo que eso sea verdad. Son las mismas madres que la semana pasada hablaban de que se había descubierto que el proceso productivo masivo de las vacunas del Covid se había cambiado respecto al de los ensayos clínicos, y que eso podría tener consecuencias muy graves. El grupillo de "negacionistas" conspiranoicas de siempre, vamos. Igualitas que mi cuñada: que bastante nos costó en casa que no viniera a las cenas de navidad por anti-vacunas e irresponsable. De todos modos, estoy segura que serán "chismorreos" de madres. ¡Fijo! Porque si yo, que estoy al día de todo, no lo he oído ni en la "tele" ni en TikTok, seguro que es una "fake news" de esas. En cuanto llegue a casa se lo pregunto a los de Newtral o a Maldita.es. ¡Menos mal que tenemos a estos verificadores, alejados de conflictos de intereses, que nos aclaran definitivamente la verdad de todas las cosas! De todos modos,  si fuera verdad, tampoco es tan importante, porque durante la pandemia, la OMS recomendó lo que había que hacer y todos los países, disciplinadamente, hicieron exactamente lo que sugería. Así que para el caso, daría igual, ¿no? 

Foto de Life-Of-Pix en Pixabay

-Voy a tener que hacer algo. El grupo whatsapp de las compis de "crossfit" no para de enviar vídeos con los horrores de la guerra en Israel y Gaza. El de los padres de la guardería no para de enviar estudios sobre ictus, miocarditis y cánceres provocados por las vacunas. El de las "cervecitas" del viernes, no para de enviar "chistecitos" y memes sobre la subida de precios y el encarecimiento de las hipotecas. Y los pesados del trabajo no paran de enviar manifiestos contra la ley de amnistía en ciernes. Y para colmo en cada grupo, unos dicen lo contrario de los otros, y así andan todo el día "a la gresca" con centenares de mensajes ¡Me acabarán obligando a jubilar el móvil, como sigamos así! ¡Ya verás! Bastante tengo con tratar de estar al día con tanta desgracia, como para tener que estudiarme cada asunto y dilucidar quién lleva razón. Yo que había decidido ceñirme sólo a los titulares de la prensa en el móvil, cuando estoy en el baño, para evitar los ardores...Terminaré dedicándome a la meditación contemplativa. Ya verás. Luego que no digan las tecnológicas que no avisamos, cuando a todo el mundo le pase lo mismo y mandemos los móviles y las pantallas "a tomar por saco"...


(Las anteriores reflexiones o afirmaciones son completamente ficticias. No están basadas en hecho reales, "ni por asomo". Son pura dramatización literaria. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia...o no)


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jueves, 26 de octubre de 2023

La nueva historia


Será la edad o los tropiezos.

Quizás estemos despertando.

Pero no sirve ya lo de antes.

Algo nuevo nos aguarda.

Sólo quedan ya unos pasos,

una puerta, un escalón…

Sólo un "sí", sólo un "vamos"...


Dijeron que estamos solos.

Que tus genes son egoístas.

Que existimos lejos del resto.

Que sólo gana el más fuerte.

“Naturaleza” es sólo “lucha”.

¡Domina toda la Tierra!

¡Somete, estruja, muerde!


Dijeron que todo es caos, 

aleatorio, pura química.

Sin control, no hay bienestar.

Falta orden y concierto.

Sin fuerza, nunca hay progreso.

Nos rodea todo lo hostil.

Sin castigo, todo es exceso.


Nos tragamos esa historia.

Que sólo es real lo medible.

Al “todo” llegas por partes,

y desconfía: si no, ¡imposible!

Mente es más que emoción,

lo alto mejor que lo bajo,

y Dios vive lejos... si existe.


Ganaba sólo uno entonces:

o la vida o la muerte,

o uno mismo o lo demás,

o cabeza o corazón,

¡Viva así el propio interés!

Objetivo: supervivencia,

Argumento: la escasez.


En esa historia alocada

caben cuerpos "equivocados",

la realidad, según te sientas,

relativismo por todos lados.

No creas a tu conciencia.

Escucha y haz lo que te dicen.

Ten miedo por tu "carcasa".

Sin libertad, sí te bendicen.


Pero esa historia cambia.

Muchos hay con otro guión.

Mucha gente en muchos rincones

Nuevas historias de Creación.


Somos UNO en esa historia.

Espejos de lo que ES.

Hologramas de lo que existe.

Conectados, fuertes en red.

Ahora cuentan nuestros dones,

aportando vida y belleza,

únicos e imprescindibles,

un MUNDO NUEVO que empieza.


Gran Universo generoso,

dando orden, luz y vida.

Frente al caos, ayuda mutua,

comunidades, sendas compartidas.

Más caUsalidad que casualidad,

sincronicidad más que dispersión,

más intimidad, más intercambio,

más bienestar y participación.


Ante esa VIDA rica y plena,

olvidemos ya visiones parciales.

Somos únicos, muchas relaciones,

distintas escalas, interconexiones.

Mariposas que aletean aquí,

causan secuelas, lejos, allí.

¿Pones tus dones sirviendo a la vida?

¿Creas belleza, más luz encendida?.


Claro que hay Principios Universales.

Sí que hay saber más allá de la Ciencia.

Dios está en todo, todo es sagrado.

Sí que en nosotros habita la Esencia.

No entregues nunca tu libre albedrío.

Jamás delegues tu voluntad.

No olvides nunca que el cuerpo es templo,

y sana, cura, tanta necedad.


Quizá esta historia tenga aún poco eco.

Quizás aún creas falsas "verdades".

No son los humanos quienes crean historias.

Las HISTORIAS son las que crean REALIDADES.


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sábado, 7 de octubre de 2023

Miami

Lo habíamos aceptado ya. De verdad. De corazón. No era resignación. Y visto lo que pasó después, desde luego no era rendición. Pero sí era aceptación. De esa que la vida te enseña, cuando te trae "calabazas"

Sería uno de los primeros veranos en que no estaríamos juntos. En que no practicaríamos esa liturgia familiar anual de aislarnos de todo y de todos, para reencontrarnos, coger fuerzas y seguir así conectados el resto del año, a pesar de la distancia. Pablo trabajaba. Le habían dado unas prácticas de empresa cerca de Dallas y no podría volver a España. Estaba ya preparando el puente laboral que desea para volver a Europa el año próximo, y no era plan de dejar pasar una oportunidad así. Así que por mucho que deseáramos aquellos abrazos, aceptamos que esta vez no podría ser.

Pero una vez que aceptas sin fingimiento, te abres a lo que la vida de verdad pueda traerte o enseñarte con esa aparente contrariedad. Porque sabes que, en realidad, nada es bueno ni malo, sino que todo es como debe ser: perfecto. Y que somos nosotros los que ponemos las etiquetas de lo que nos sucede, y añadimos sufrimiento cuando no pasa lo que nos gustaría que pasara.

Quizás a muchas personas esto les pueda parecer muy etéreo. O quizás algo filosófico o intelectual. Pero hemos experimentado tantas veces y con tanta rotundidad la magia que la Vida trae cuando te abandonas a ella, sin exigencias ni sufrimiento respecto a lo que te apetecería, ¡que como para no fiarse!

Una vez que aceptamos que este año no nos veríamos, nos lo tomamos con buen humor, y empezamos a jugar...¿Y si...? ¿Te imaginas que...? ¿Y si...? Y empezamos a dejar volar la imaginación hacia territorios donde encontrarnos, no aptos para nuestro bolsillo. ¿Te imaginas que en vez de venir tú a España, fuéramos toda la familia a verte a ti? Y entre carcajada y carcajada, dejamos correr la ilusión...¿Cuál sería el sitio más barato de EEUU para volar desde España si fuéramos a verte? Y en el buscador de vuelos apareció de repente Miami...Jajaja...¿Te imaginas que nos viéramos en Miami? Jajaja....Y empezamos a ver playas paradisíacas, mansiones de lujo, y enclaves de esos que aparecen en las películas o en las series de televisión...

Poco a poco, el juego empezó a hacerse realidad. De la aceptación sincera, pasamos a la ilusión desbordante ante la posibilidad de que Mey y yo nos reencontráramos con Pablo allí, al menos unos días. Él y Estela, que también estaría allí, miraron vuelos internos de Dallas a Miami, y también resultaban sorprendentemente baratos. No estaríamos los seis juntos. Pero eso ya era mucho pedir. Aceptamos lo que teníamos ante nosotros y reservamos los vuelos. La primera fase del juego estaba culminada. Viajaríamos a Miami.

Todo lo demás estaba en el aire. Mey estaba en plenos exámenes de junio. Así que Pablo, Estela y yo nos conjuramos en la búsqueda de hospedaje y de planes para compartir allí. Reservamos un motel "de mala muerte", aunque no por ello barato, con cancelación anticipada, y seguimos jugando. Aún faltaban muchas semanas. Y podían pasar muchas cosas.

El juego acababa de empezar. Y nosotros continuamos haciéndonos la pregunta mágica, y dejándonos arrastrar por ella: ¿Y si...? ¿Y si...? Hasta que se nos ocurrió que, quizás con algún sistema de intercambio de casas o similar, podríamos encontrar algo más decente y económico. Y allá que nos metimos ilusionados. Durante semanas, desfilaron ante nuestros ojos mansiones de lujo, jardines de ensueño y apartamentos de precio indecente. Hasta que, de repente, apareció el mensaje de Michael. Y nada más leerlo, le dije a Pablo, que intuía que habíamos encontrado casa. Él y su familia llevaban 25 años compartiendo e intercambiando casas, viajaban a Alemania justo en los mismos días en que nosotros estaríamos en Miami, y les cuadraba perfectamente que su casa no pareciera desocupada y que alguien cuidara de su gato Bandit, por entonces enfermo. En un par de mensajes más ya teníamos casa en South Miami. Michael nos prestaba su pequeña mansión para nueve personas, con piscina y un jardín plagado de palmeras de ensueño. Así se cerraba la segunda fase del juego.

Aquella noche, Mey y yo no pegamos ojo. Ninguno nos dijimos el motivo. Pero ya en el trabajo, nos cruzamos por whatsapp un audio casi idéntico, que de nuevo empezaba con la pregunta mágica: ¿Y si ya que no vamos a pagar por el hospedaje, intentamos que puedan venirse también Samuel y Eva? Lo más bonito es que Pablo también había pensado exactamente lo mismo. Y cuando vio que coincidía con nosotros, se puso "como loco" con Estela a buscar vuelos, sin decirles nada a ellos. Nos pareció preciosa esa ilusión por reencontrarse con los hermanos. Pero ya habían pasado bastantes semanas, y los vuelos habían subido ya mucho. La cosa no estaba fácil. Había que practicar de nuevo el "Y SI". Y así lo hicieron. El reencontrarse supondría una combinación total de siete vuelos entre la ida y la vuelta. Y muchas horas de desplazamientos y de esperas en los aeropuertos. Pero ¿quién dijo que los sueños no cuesten? La tercera fase del juego también se había superado. Habría reencuentro familia. En Miami. De los seis.

Podríamos contaros nuestras aventuras buceando en los arrecifes de coral, bailando salsa en la Pequeña Habana, abriendo los cocos que recogimos en la playa, o viajando a base de "bocatas" por los Cayos o por el Parque de los Everglades. Pero este sueño hecho realidad no va de los sitios que visitamos, o de las cosas que hicimos. Va del reencuentro que tuvimos. Va de las inolvidables conversaciones en aquel porche de la casa tras los desayunos, contemplando aquellas impresionantes tormentas veraniegas. Va de las horas que dedicamos a compartir nuestros respectivos despertares. Va del orgullo de unos padres que contemplan cómo sus hijos les adelantan por la derecha en entender "de qué va todo esto" (por cierto, ese el nombre de un nuevo grupo whatsapp de los seis, creado desde entonces). Va del proceso iniciado en Miami para saber leer lo que ocurre en estos tiempos que corren, y prepararse para lo que puede venir. Va de complicidades maravillosas. Y de las sorpresas que trae la vida, cuando aceptamos lo que toca, y nos dejamos ilusionar por lo que pueda venir. 

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viernes, 22 de septiembre de 2023

El que más lo necesita

"Al que tiene, se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que tiene, se le quitará". Si hay un mensaje aparentemente contradictorio con el mensaje del libro que lo alberga es éste, recogido en el Nuevo Testamento, en Mateo 25:29. ¿Cómo? ¿Que a los ricos y opulentos todavía se les dará más, y a los pobres, hasta lo poquísimo que tienen, se les quitará? No suena muy "católico" ese mensaje...¿Cómo va a ser eso? ¿Cómo se va a ensalzar a los ricos y se va a hundir a los pobres? Con razón, cada vez que toca leer la parábola de los talentos, en muchos púlpitos se suele pasar de puntillas por esa frase, o se hacen piruetas dialécticas para no evidenciar esa aparente incoherencia, ese aparente desliz de quien escribió o tradujo al latín el texto. Pero no. No hay error. No hay desliz. La frase es así. Y en ella se encierra un potente mensaje que está en el centro de buena parte de lo que nos está sucediendo como Humanidad.

Geralt en Pixabay

Ese mismo concepto ha coincidido que se ha repetido hasta la saciedad en los últimos meses en distintas conversaciones que hemos tenido con familiares y amigos. Era como una llamada a prestar más atención a este asunto. Siempre la dinámica era similar: justificar actitudes o tratamientos discriminatorios en favor de alguien "porque es quien más lo necesita". Y esa decisión tenía consecuencias claras en cuanto a un tratamiento desigual a nivel económico, de dedicación o de cualquier otra índole. Pero ¿quién reparte los certificados de necesidad? ¿Estamos seguros de que el otro necesita lo que le damos? ¿No estaremos perpetuando su sensación de carencia y sus quejas victimistas? ¿No estaremos siendo paternalistas y sobreprotegiendo, en vez de ayudar a dar alas a quien pretendemos ayudar? ¿Qué significa "tener" o "no tener" en realidad para la VIDA con mayúsculas? Justo de eso va la frase de Mateo 25:29.

Pexels en Pixabay
En un mundo tan materialista como el que vivimos, se nos está tratando de convencer por todas las vías posibles de que somos exclusivamente cuerpo y mente. De que lo importante es ser conscientes de la forma, de las cosas y de lo que sucede. Como si esa fuese la única realidad. Pero puede que no sea así. Este verano hemos pasado horas en Peponi contemplando el cielo en la oscuridad de la noche. Era imposible no sentirse sobrecogido ante la inmensidad del espacio y los millones de estrellas que alberga. ¿Cómo no sentir una especie de reverencia ante el misterio incomprensible que contemplábamos, ante nuestra pequeñez dentro de tanta inmensidad? Especialmente cuando llega un momento en que renuncias a identificar esta o aquella estrella, este o aquel planeta... Y en lugar de tratar de explicar, nombrar o señalar esos objetos en el espacio, tomas conciencia de la profundidad infinita del espacio mismo. Llegado ese punto, la cercanía con el éxtasis es casi total, y no se produce por el número de estrellas, planetas, o galaxias que intuyes, sino por la profundidad misma que los alberga a todos. De este modo, cuando tenemos conciencia del espacio, realmente no tenemos conciencia de nada, salvo de la conciencia misma, del espacio interior que todos albergamos en nuestro interior. Es como si se evidenciara que hay algo dentro de nosotros que tiene total afinidad con el espacio. Eckart Tolle lo expresa de este modo: "Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio. Cuando el oído no encuentra nada para oír, el vacío se percibe como quietud. Cuando los sentidos diseñados para percibir la forma se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia informe que está detrás de la percepción y de la cual emana toda percepción, toda experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma. Cuando contemplamos la profundidad inconmensurable del espacio o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer, algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento. Entonces sentimos que la vasta profundidad del espacio es nuestra propia profundidad y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más profunda esencia, más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida"

Pexels en Pixabay
No ser conscientes de ello supone anular en la práctica nuestro componente espiritual y trascendente como seres humanos. Y desde esa perspectiva, se nos hace creer que cuanto más consumamos, más bienes acumulemos, más reconocimiento, fama o poder busquemos, y más nos centremos en nuestro "bien-estar", más felices seremos. Es el culto al "ESTAR", al componente perecedero y mortal que somos. De ahí que, cuando sucede algo como la pandemia, que nos recuerda que ese componente tiene fecha de caducidad, todos salgan corriendo a hacer lo que se les diga, por muy absurdo que sea, para que ese "ESTAR" en este mundo se prolongue sea como sea. Pero ¿y el componente del "SER"? ¿Y ese otro componente imperecedero e inmortal que atesoramos, esa profundidad interior que todos albergamos? ¿Tan olvidada la tenemos?

Esa carcasa que todos somos acabará. ¡Asumámoslo! ¡Aceptémoslo! Tarde o temprano todos dejaremos de ESTAR aquí. Y todo ese esfuerzo por buscar placeres, riquezas y "cosas" de lo más variopintas no habrá servido para nada. Se esfumará entonces toda esa NECESIDAD de tantas y tantas cosas o experiencias, que nos hacen tan dependientes de lo que digan la publicidad, el instagram, nuestros familiares y amigos, o el gobernante de turno. Será ahí cuando quizás nos daremos cuenta de que si no hemos cultivado nuestra parte imperecedera, ese SER que somos, nos vamos a sentir muy vacíos.

El "SER" es el que te conecta con todo. Por eso el espacio que alberga las estrellas y los planetas conecta tan bien con el espacio interior que alberga nuestro SER. Es el que te hace no sólo ver a Dios en todo lo que existe, sino ver todo lo que existe con los ojos de Dios. Es el que te hace sentirte UNO con la realidad que nos rodea. Y para el SER no hacen falta muchas cosas materiales, no hace falta tanta "forma", tanta cosa, tanto acumular ni tanta "parafernalia". Así, las necesidades se diluyen. Casi sobra todo. Es lo que decía San Francisco de Asís: "Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco". Pero por desgracia, vivimos en la cara opuesta de esa realidad.

Por eso, podemos llegar a perjudicar a quienes queremos ayudar, si con nuestro apoyo, acaban necesitando muchas cosas, y todas esas cosas las necesitan mucho. Ese parece ser el mal de nuestro tiempo. Necesitar, desear y anhelar más y más, pensando que con ello vamos a ESTAR bien, pero olvidando que eso poco va a ayudar a nuestro SER. 

Renan_Brun en Pixabay
Este post no es una apología en contra de la solidaridad o en contra de la ayuda mutua o el apoyo al prójimo. Ni mucho menos. Todo lo contrario. Es una llamada para que nos ayudemos a ser mejores, enriqueciendo nuestra consciencia de lo que no tiene forma, y para que no nos conformemos con ayudarnos a estar mejor con lo pasajero, con la forma o con lo que nos esclaviza. Es una invitación a preguntarnos qué nos hace mejores, aunque precisamente por eso salga poco en la televisión o lo practique poca gente. Un cortometraje y un documental que veíamos hace poco ponía justo "el dedo en la llaga": ¿el tener más y más cosas y comodidades, el ser más independientes de los demás, realmente está enriqueciendo nuestro SER, nos está haciendo ser más felices? ¿O realmente cada vez nos sentimos más vacíos, quizás precisamente por esa búsqueda desaforada de confort, de bienes y de independencia de los demás? 

Por eso, tantos y tantos sabios, tantos gigantes del pensamiento y de la espiritualidad han apuntado en la misma dirección, que se podría resumir en la frase: "¡Qué poco se necesita para sentir la felicidad!". Quizás porque descubrieron que las cosas o "lo que pasa" no dan la felicidad, aunque lo parezca de inicio. Por el contrario, las pequeñas cosas, lo poco, lo más sencillo, ocupan poca forma, y con ello se deja espacio para el espacio interior, y para la conciencia no condicionada, que es de la que emana la verdadera felicidad, la alegría de SER, la sensación de estar llenos, y de no parar de recibir de la vida. El siguiente paso es inevitable: una creciente oleada de gratitud, que acaba atrayendo más y más a esa vida ya plena y llena de sentido. 

Al que tiene su SER pleno, al que es consciente del espacio sin forma, al que se siente feliz con lo que la vida le da, tiene con ello mucho, muchísimo. Y "se le dará y le sobrará". Pero al que ignora a su SER, centrándose en el ESTAR, quejándose de la vida, anhelando y necesitando siempre más y más, aunque puede haber acumulado mucho en lo material y en la forma, tiene poco, poquísimo. Y "aún lo que tiene, se le quitará". Y donde se constata con mayor fuerza todo esto es ante el espejo de la muerte: el que ha estado obsesionado con acumular cosas y caprichos, poco se va a poder llevar "al otro barrio", la verdad; mientras que quien está lleno de su SER, tendrá sus alforjas preparadas para lo que tenga que venir. 

Todo esto no lo decimos nosotros. Ni mucho menos. Aunque cada vez tenemos más claro que debe funcionar así. Sólo hay que observar cómo viven la vida quienes nos rodean, y cómo abandonan este mundo cuando les llega su hora.


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sábado, 9 de septiembre de 2023

Regresos

Hace mucho que decidimos dejar de actuar como si la vida fuera un ensayo. A fin de cuentas, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años. Dicen que los cuarenta son la vejez de la juventud. Y que los cincuenta (en que algunos andamos ya) son la juventud de la vejez. Por eso toca vivir cada día como si fuera el último. Vivir el presente con intensidad, ese es el gran objetivo. Y cada vez evitamos más lo que nos distraiga de ello, incluidos los deberes autoimpuestos, como la regularidad en compartir nuestras reflexiones y posts. Disculpad por ello.

ebpilgrim en Pixabay
Desde mayo, esa vida ha sido ciertamente intensa en casa. Eva superó con éxito tanto el Bachillerato Internacional como el Bachillerato LOMCE, y tras la Selectividad, ha podido acceder a su primera opción para la Universidad: Ingeniería de Telecomunicaciones. Samuel sigue "flipando" en Física, y en unos días se va de Erasmus a Italia para este curso, trabajando en paralelo en la oferta que ha recibido para cursar el máster en EEUU el curso siguiente. Y Pablo compagina en Oklahoma su último curso de grado con el máster, anda con la tesis tras iniciarse en tareas de investigación, y durante este verano ha estado trabajando cerca de Dallas para Ericsson, con los que ha extendido las prácticas hasta mayo, con la intención de incorporarse a su plantilla después, ojalá que en Estocolmo (que es lo que Pablo desea para estar allí con Estela, tras estos años de noviazgo en la distancia).

En definitiva, se acabó la etapa escolar y de bachillerato en esta familia. Y sin añoranzas ni "nidos vacíos". Cada cosa tiene su tiempo. Y el actual de nuestros tres "churumbeles" es apasionante. Samuel y Pablo están actualmente colaborando en asuntos relacionados con computación cuántica e inteligencia artificial, justo en el "ojo del huracán" de estos tiempos "locos" que vivimos. Ver su complementariedad y cómo se apoyan y ayudan, nos llena de orgullo. Y Eva empieza a volar ya en la Universidad, habiendo superado las pruebas más difíciles en estos dos años.

Grey85 en Pixabay
Eso en el ámbito académico y profesional. Y por mucho que nos alegren sus respectivos logros en él, ese ámbito no es, ni de lejos, el más importante. Lo más importante es observar cómo estos tres seres, que quizás un día decidieron venir a esta familia para que les acompañásemos por el camino de la vida, han empezado a desplegar con fuerza sus alas y sus respectivos dones y talentos, que es a lo que quizás vinieron. Han entendido con apenas 20 años de qué va la vida y este mundo, cosa que, quizás nosotros no entendimos hasta los 40. Y están trabajándose interiormente para lidiar con lo que probablemente vendrá, que no será "moco de pavo". Atrás quedaron las pugnas y alejamientos de los padres para reafirmar su personalidad, habituales en la adolescencia. Ahora viven el regreso a la familia, el regreso a los principios y valores que nos unen, y el disfrute pleno del tiempo que compartimos (ya contaremos detalles de la magia vivida este verano).

No es el único regreso. Con mucha pena, falleció en Francia la bisabuela de la familia a los 102 años. Y en lo cotidiano, estamos ya en septiembre. La operación regreso de vacaciones ya finalizó. El regreso a las aulas y a las oficinas es inminente o ya se ha producido. Y hay muchos indicios que indican también el regreso a la manipulación informativa y a la paranoia de mascarillas, confinamientos e inoculaciones, lo que pondrá a prueba nuestro dominio del miedo y si hemos aprendido algo de todo lo sucedido en los tres últimos años.

Es tiempo de regresos. Pero quizás el mayor regreso al que estamos llamados es el regreso a nuestra esencia como seres humanos. El regreso a los principios inmutables y universales que nos conectan con todo lo divino que nos rodea. El regreso a ejercer de verdad nuestro libre albedrío y nuestra esencia como seres libres, sin chantajes ni miedos interesados desde los medios de comunicación, las redes sociales, las corporaciones o las instituciones públicas. El regreso a nuestra mente abstracta, que nos conecta con el "yo imperecedero". El regreso a lo que somos, y no al "rebaño" o al infra-humano en que parecen querer convertirnos. ¿Regresamos a ello?


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